¿El agua o el oro? ¡Los dos!

Alberto Acosta-Burneo

Para los políticos, todo es posible con tal de satisfacer sus agendas personales. Así se explica que, cuando hablamos de minería, nos quieran vender la idea de que tenemos que escoger entre el agua o el oro. Esto se conoce como el “falso dilema”: solo nos presentan dos alternativas, cuando en realidad existen muchas más. En la práctica, la elección es si queremos abrir la puerta a una nueva actividad productiva que generará inversión, producción y empleo. ¿Qué significará la minería para el Ecuador?

Para evaluar el potencial futuro de la minería formal y a gran escala, un estudio del Grupo Spurrier consideró a los 12 proyectos mineros más avanzados (tres de ellos ya son minas en fase de producción). El país podría recibir un valor presente de 21.400 millones de dólares en inversión extranjera directa durante la vida útil de estas minas. Esta inversión se concentraría en los primeros años de construcción de las minas. Las exportaciones superarían los 9.100 millones de dólares anuales a partir de 2028. Esto colocaría a la minería como el mayor producto de exportación, superando al petróleo. En 2021, la minería ya escaló al cuarto puesto, detrás del petróleo, banano y camarón, con más de 2.000 millones de dólares.

Para el fisco la minería generaría rentas por más de 2.300 millones de dólares anuales a partir de 2028 y regalías para la inversión social de más de 350 millones de dólares. Para 2028, se crearían más de 440 mil empleos directos adicionales. El empleo total, sumando directos en minería e indirectos en los encadenamientos que le proveen de bienes y servicios, alcanzaría 708 mil plazas en 2028. La minería pasaría de representar el 0,7 por ciento del PIB en 2020 al 3,8 por ciento en 2026. Se trataría de un salto espectacular, aunque todavía lejano al 12,5 por ciento del PIB de Chile y 10,2 por ciento del PIB de Perú.

Sin embargo, el despegue de la minería requiere superar falsos dilemas y crear un entorno amigable a la inversión con reglas claras e institucionalidad fuerte. Sí es posible una minería social y ambientalmente responsable. Además, la minería es necesaria para la transición energética hacia la era pospetrolera. El cobre es un insumo fundamental para el uso más intensivo de energía eléctrica.

La discusión no debe ser si queremos el agua o el oro, sino cómo garantizaremos que las rentas que esta industria generará sirvan para construir capacidades locales (humanas y productivas) en zonas tradicionalmente poco atendidas por el Estado y aisladas de la economía moderna.