¿Educación o adoctrinamiento?

Alberto Acosta-Burneo

La educación en el Ecuador atravesó por un profundo proceso de transformación durante el gobierno de la Revolución Ciudadana. Siguiendo el modelo prusiano, el Estado reguló hasta el más mínimo detalle: creó un currículo estandarizado, textos oficiales y pruebas para garantizar la calidad del entrenamiento. Los colegios y profesores se vieron obligados a obedecer estos mandatos oficiales. Este modelo, del que con suerte pueden librarse algunas escuelas privadas, está matando el deseo natural de nuestros hijos por aprender.
 
Inspirada en la industrialización, la educación oficial trata a los niños como una mercancía dentro de un proceso estandarizado. La educación se reduce a una memorización interminable de datos y fechas que solo sirven para ser regurgitados al momento del examen, e inmediatamente ser olvidados. Las características que queremos para nuestros hijos no las podemos evaluar mediante pruebas estandarizadas: liderazgo, coraje, innovación, creatividad, motivación, resiliencia, curiosidad, etc.
 
Esta fábrica de producción en masa no está hecha para educar pensadores independientes. Y lo más grave, es que desconoce las particularidades de cada individuo: los que aprenden más rápido tienen que ajustarse al ritmo de un mítico estudiante promedio, y aquellos que van más lento, fracasan antes de empezar.
 
El modelo educativo en Ecuador es, además, un campo fértil para el autoritarismo. La planificación centralizada de la educación no permite cuestionar contenidos. Más que educación, es adoctrinamiento para moldear las opiniones de nuestros hijos. Prioriza los intereses colectivos (que en realidad son del grupo en el poder), frente al deseo de nuestros hijos de poder controlar su propio destino.
 
Debemos abandonar este modelo de educación que permite saber, sin aprender. Que genera estudiantes sin curiosidad académica. Que crea expertos en tomar pruebas, sin pensamiento crítico. La alternativa está en basar la educación en un modelo de libertad. Toda educación efectiva tiene su origen en la motivación personal por aprender, en los intereses de los estudiantes, en la curiosidad.
 
Una educación basada en la libertad requiere pensamiento crítico para que los alumnos hagan preguntas, experimenten y encuentren las respuestas. Pasar de las preguntas factuales (quién, cuándo, dónde), a preguntas interpretativas (por qué, cómo).
 
Albert Einstein reflexionó sobre este desafío: “En realidad es casi un milagro que los modernos métodos de enseñanza no hayan estrangulado ya la sagrada curiosidad de la investigación, pues, aparte de estímulo, esta delicada planta necesita sobre todo de libertad; sin esta se marchita indefectiblemente. Es grave error creer que la ilusión de mirar y buscar puede fomentarse a golpe de coacción y sentido del deber”. ¡Liberen a los colegios, profesores y alumnos de esta visión estatal de educación que está creando una sociedad de borregos!