Consenso o violencia

Alberto Acosta-Burneo

La economía está estancada, los empleos adecuados escasean y las finanzas públicas padecen de una sequía crónica. Para dinamizar la economía, no basta con entender las causas de la difícil situación que atravesamos y plantear soluciones técnicamente correctas. También debemos alcanzar consensos políticos mínimos.
 
Lamentablemente, los tiempos políticos no juegan a nuestro favor. Las elecciones presidenciales de 2021 están cerca y el ambiente político está enrarecido. Los objetivos de largo plazo: ser responsables y poner en orden la economía, fueron sustituidos por objetivos de corto plazo: destruir al gobierno actual y captar el poder. Los eternos perdedores del canibalismo político somos siempre los ciudadanos.
 
Los desafíos se pueden resumir en dos. El primero, una profunda crisis fiscal debido a una expansión irresponsable en el gasto público durante la bonanza. La brecha fiscal por solucionar es de 5% del PIB por año (más de 5.000 millones de dólares). El segundo, es superar la baja competitividad. Durante la bonanza, los petrodólares y el endeudamiento elevaron la demanda, pero la oferta no creció al mismo ritmo. Las políticas socialistas crearon un entorno poco atractivo para la inversión y restringieron la oferta vía la sustitución de importaciones. Como consecuencia, Ecuador se transformó en un país caro, con un tipo de cambio real sobrevalorado.
 
¿Y si no corregimos los desequilibrios económicos? Este es el escenario más peligroso. No podemos seguir viviendo indefinidamente del endeudamiento. Llegará el momento en el que los inversionistas ya no prestarán más para financiar nuestra fiesta. Entonces, la crisis fiscal se corregirá “sola” vía cesación de pagos del gobierno en medio de un proceso desordenado y doloroso.
 
La complejidad del desafío exige apertura al diálogo entre todas las facciones políticas para aportar con soluciones que sean mínimamente aceptables para todos. El peor escenario es un bloqueo político que impida la corrección de los graves desequilibrios y que siga aumentando el descontento general.
 
El punto de partida para las negociaciones, que deben darse al interior de la Asamblea Nacional, es reconocer la necesidad de poner en orden las cuentas fiscales. Una vez que hayamos llegado a un consenso sobre la definición del objetivo principal, se pueden discutir los mecanismos para alcanzarlo. En ese momento, se deben ceder posiciones. No son políticamente viables los extremos de ningún lado: ni de los que quieren que todo el peso del ajuste venga por más impuestos, ni de aquellos que exigen que todo sea compensado vía reducción de gasto.
 
La solución a la crisis fiscal no se encuentra en una única medida “mágica”. No bastarán, si son adoptadas de forma independiente, ni la reducción de gasto ni más impuestos ni menos subsidios ni la renegociación de deuda china... La salida es consensuar una mezcla de todas estas medidas a la vez, combinadas en su debida magnitud y tiempo. Superemos el canibalismo político y demostremos que podemos ponernos de acuerdo y ser responsables en beneficio de todos los ciudadanos. Recordemos que los conflictos se resuelven por el consenso o por la violencia. ¡Escojamos el consenso!