Al rescate del empleo

Alberto Acosta-Burneo

POR ALBERTO ACOSTA-BURNEO
 
El empleo adecuado es un privilegio de pocos: de los 7,6 millones de ecuatorianos que quieren trabajar, apenas 1,2 millones tienen un empleo adecuado (16 de cada 100). El COVID-19 agravó los problemas laborales, pero no olvidemos que estos fueron creados mucho antes de la pandemia. ¿Cómo?
 
ERROR 1: Todo nace de políticos bien intencionados (y poco conocedores de cómo funciona el mercado) que creen que pueden usar los salarios mínimos para incrementar los
ingresos de todos los trabajadores sin importar su productividad. Sin embargo, se trata de un espejismo porque solo incrementa los ingresos de aquellos trabajadores que logran conservar su empleo, mientras otros lo pierden. Al no tomar en cuenta la productividad del trabajo, se encarece la producción local impulsando el ingreso de productos importados, a lo que el gobierno reacciona elevando aranceles para que los precios internos de esos bienes también suban. El gobierno es capaz de forzar a los consumidores locales a pagar más, pero no puede hacerlo con los consumidores del extranjero. Finalmente, esta política mata la competitividad especialmente para la exportación (destruyendo más empleos).
 
ERROR 2: Otros impulsores de la legislación supuestamente “pro-trabajadores” creen, erradamente, que restringir horas trabajadas (más vacaciones, menores horarios de trabajo, etc.) solo afectan al empleador. La realidad es que este tipo de medidas reducen la oferta de trabajo y, consecuentemente, disminuyen la producción, afectando el bienestar del trabajador. El problema de fondo de esta legislación es que se basa en una teoría errada, de que el salario no tiene nada que ver con el aporte del trabajo al valor de la producción.
 
ERROR 3: Creer que la legislación laboral crea bienestar en los trabajadores mientras más rígida sea. En la práctica, la sobrerregulación destruye oportunidades de empleo, por ejemplo madres o estudiantes que buscan trabajos con horarios más flexibles.
 
Estemos claros que el problema no son los objetivos. Nuestro objetivo debe ser crear más empleos de calidad y mejorar salarios, pero cuidémonos de usar medios ineficaces para alcanzarlo. No son los sindicatos ni los gobiernos los que lograron reducir las horas de trabajo ni mejorar los salarios, sino la elevación en la productividad del trabajo. ¿Cómo? Incrementando la cantidad y calidad del capital invertido (más tecnología, innovación, máquinas y equipos) y la preparación de los trabajadores (capacitación y habilidades). Para acelerar este proceso, debemos liberar las trabas a la importación de capital, mejorar la seguridad jurídica para impulsar la acumulación doméstica de capital (inversión) y legislar solo los principios básicos de la relación laboral dando campo a que las partes convengan y lleguen a sus propios contratos. ¡No hay atajos al paraíso!