Guayaquil, 200 años de libertad

Nicole Cáceres Báez
Guayaquil, 200 años de libertad

George Santayana con sabias palabras decía: “El pueblo que no conoce su historia,
está condenado a repetirla”. El 9 de octubre celebramos el bicentenario de la
declaración de independencia de la Perla del Pacífico, un acontecimiento en el que
convergieron condicionamientos políticos, económicos y militares que nos otorgó el
sueño de la anhelada libertad y nos marcó el camino para formarnos como nación.
Hoy, dos siglos después, la narrativa de dicho acontecimiento nos remite a reflexionar
más allá del discurso tradicional, por eso, en esta edición, diferentes historiadores nos
comparten su punto de vista sobre la gesta independentista guayaquileña.
 
LOS PASOS DE LIBERTAD
Fue durante la noche del 8 y la siguiente madrugada del décimo mes de 1820, cuando
el movimiento militar, dirigido por Miguel Letamendi, León de Febres Cordero, Luis
Urdaneta, entre otros patriotas guayaquileños, guió al batallón Numancia y a las
fuerzas realistas situadas en Guayaquil para tomarse cuarteles y fortines que estaban
a cargo de los oficiales españoles. Eran 3 los puntos claves a vencer: la Compañía
Granaderos de Reserva, el Escuadrón de Caballería Daule y la brigada de Artillería.
 
Tras una encarnizada batalla, que dejó alrededor de 30 muertos, se proclamó la
independencia, y con ella, la inauguración de un nuevo tiempo para poder ser dueños
de su propio destino.
 
Los intereses locales, la expansión de la dinámica comercial del puerto y
administración jurisdiccional de la provincia quedaron a cargo de José Joaquín de
Olmedo, quien fue elegido como presidente del nuevo Gobierno por la Junta de
Notables. Se convocó a un Congreso Constituyente y se conformó la División
Protectora de Quito, un ejército que franqueó la cordillera de los Andes para combatir
en la batalla de Pichincha, episodio final del proceso de independencia de la Real
Audiencia de Quito.
 
Los próceres junto al pueblo desde el balcón de la casa de Villamil. Obra: Luis Peñaherrera
 
REVIVIENDO LOS VALORES E IDEALES
La importancia de resaltar esta fecha es dada por Melvin Hoyos, director de Cultura
del Municipio de Guayaquil. Él nos explica que además de recordarnos los valores de
libertad, y los frutos venideros, este día refleja el modelo de conducta ideal para las
nuevas generaciones, “nunca más que ahora, los jóvenes necesitan de modelos a
seguir, modelos de patriotas, de gente que quiere su terruño y que busca lo mejor para
la sociedad a la que se debe… y esos modelos están en aquellos que permitieron que
esta gesta se diera, las actuales generaciones necesitan conocer e imitar lo que hizo
Olmedo, Lavayen, Febres-Cordero, Urdaneta, Letamendi, Villamil… esto hombres
extraordinarios no solamente lucharon por liberarnos el 9 de octubre, sino que se
quedaron para seguir luchando por la Audiencia entera y sostenerla”.
 
Fragua de Vulcano. Obra: Luis Peñaherrera
 
LAS MUJERES DE LA INDEPENDENCIA
La conmemoración del bicentenario nos remite en el proceso fundamental de forjar y
articular la memoria de nuestro Estado ecuatoriano, pero, quizás, en pleno siglo XXI,
es necesario preguntarnos ¿qué sectores sociales no son visibilizados en los
sucesos? La historiadora Natalia Tamayo Cruz, catedrática de la Universidad de las
Artes, precisa que la conmemoración en la actualidad pasa por reivindicar y entrever a
todos los actores sociales que participaron en diferentes frentes, por ejemplo, las
mujeres de aquella época, “la participación de la mujer guayaquileña en la
independencia, generando redes informativas, de espionaje, de apoyo económico,
logístico, de generación de espacios conspirativos, valió la pena”.
 
Y a esta idea se une al pensamiento de Jenny Estrada, historiadora y periodista, que
recoge el devenir histórico de las mujeres guayaquileñas en la publicación titulada
“Evolución histórica de la mujer guayaquileña, siglos XVI al XX”. “No hay duda de que
la actuación de mujeres como Ana Garaycoa de Villamil, gentil y prudente anfitriona
del célebre baile del 1 de octubre, en cuya casa se juramentaron los patriotas, la
convierte en valerosa protagonista de primer nivel junto a sus hermanas y otras
heroicas porteñas, comprometidas con el movimiento independentista y sus
posteriores repercusiones”, ejemplifica la autora.
 
La historia también nos permite rescatar nombres como el de Isabelita Morlás,
Francisca Gorrichátegui de Lavayen, Josefa Rocafuerte de Lamar, hermana de
Vicente Rocafuerte; Joaquina Garaycoa Llaguno, Rosa Campuzano, entre otras, que
apoyaron decididamente en la independencia. En años venideros, con los inicios del
período republicano, próceres como Rocafuerte tuvieron expresiones de
reconocimiento y gratitud para con ellas.
 
“El espíritu solidario y generoso, propio de nuestras antepasadas, las llevó a
organizarse en los siguientes años para fundar instituciones de beneficencia y amparo,
que en la segunda mitad del siglo XIX significaron grandes aportes a la educación y
atención de la salud de los más desposeídos”, relata Jenny Estrada.
 
Manuela Garaicoa de Calderon en 1830
 
200 AÑOS DE EVOLUCIÓN
De la pequeña urbe de casi 20.000 habitantes, que el 9 de Octubre de 1820 se
proyectó al mundo como ejemplo de lucha por los ideales de patria libre y soberana, a
la moderna ciudad de casi 3 millones de ciudadanos hay una evolución impresionante.
 
Siendo ejemplo de una comunidad integrada por gente trabajadora y emprendedora, a
la par de valiente para afrontar y superar incontables adversidades, como incendios,
pestes y piratas. “Hace 200 años Guayaquil era una importante ciudad portuaria, el
cacao era el principal producto de exportación. Hoy, Guayaquil es una ciudad en la
que conviven diversos grupos sociales y étnicos, que como ayer sigue siendo un sitio
de acogida de migrantes nacionales e internacionales, que cuenta con el principal
puerto del país y el 7mo en América Latina, que tiene aún como tarea la regeneración
urbana para convertirla en un espacio incluyente, socialmente más igualitario en
servicios e infraestructura”, comenta Natalia Tamayo.
 
Aunque la importante fecha concuerde con la emergencia sanitaria mundial, no es
motivo para que la celebración quede relegada, de manera personal, Melvin Hoyos
nos invita a interiorizar los sucesos que conmemoramos, que el 9 de Octubre de 1820
no sea una fecha que oímos una y otra vez sin entender del tema, aprender qué
sucedió, para que con orgullo y altivez, se disfrute de un hecho histórico tan
trascendente para la libertad del Ecuador.