Entrevista a Luis Sarrazín Dávila: "Prácticamente no hay Ministerio de Salud"

Cecilio Moreno Mendoza
Luis Enrique Sarrazín Dávila

Luis Sarrazín Dávila, exministro de Salud Pública, es crítico de las políticas sanitarias de los últimos 14 años. Cree que hubo una especie de ilusión óptica de que existía una infraestructura sanitaria “que en realidad no había y lo poco que había estaba mal estructurado”.
 
Luis Sarrazín Dávila tiene una larga experiencia en el análisis de la salud pública del país. No en vano fue el primer director del Hospital del Niño Francisco de Icaza Bustamante de Guayaquil, jefe provincial de Salud del Guayas y ministro de Salud durante el primer Fenómeno del Niño. Tras 58 años de ejercicio profesional, está retirado de su consulta particular como pediatra, pero sigue acudiendo a diario a su oficina en la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Allí vigila al centavo los gastos en insumos médicos de los centros de salud que regenta esa institución.
 
¿Los problemas de salud de hoy son diferentes a los de hace 40 años?
Los problemas son muy parecidos. A diferencia del que ahora nos agobia, que es la pandemia por el coronavirus. El problema de la enfermedad COVID-19 es un elemento diferente en el panorama de la salud en relación con otros tiempos.
 
Cuando usted fue ministro, ¿cuáles eran las preocupaciones?
Básicamente las enfermedades diarreicas en la época invernal, las respiratorias en la época de verano y la malaria que tenía una alta incidencia y prevalencia.
 
¿El Fenómeno del Niño de 1983, agravó la situación?
Por supuesto. Fue uno de los más serios que hemos tenido. El hábitat se hizo un hábitat hídrico por la gran cantidad de inundaciones y eso permitió un desarrollo exagerado del mosquito que se reproduce en el medio ambiente acuático. Hubo una crisis de 75 mil casos de plasmodium que nos obligó a hacer una importación violenta de 400 toneladas de DDT para empezar el programa de rociado intradomiciliario, lo que nos permitió echar abajo esa terrible incidencia de malaria en el Ecuador.
 
Y ahora, ¿cómo ve usted la salud pública del Ecuador a corto plazo?
Mal. Si prácticamente no hay Ministerio de Salud. Las acciones, muchas que se emprendieron, ya no se continuaron, otras se deterioraron. No hay una red estructurada. A los epidemiólogos los cancelaron porque creían que eran funcionarios de escritorio. Fueron un miércoles a ver cuántos epidemiólogos estaban trabajando. Como no había ninguno, los cancelaron.
 
¿Qué sucedía? Ellos el lunes planifican las acciones que van a hacer hasta el sábado o domingo a veces. Entonces se reparten por todo el país. Ellos son los radares humanos que avisan a las autoridades centrales qué está pasando para que se tomen las medidas en forma rápida e inmediata. Ahora no se sabe nada de qué pasa en ninguna parte. Una cadena bien estructurada y organizada de información es fundamental en salud pública.
 
¿Por qué dice usted que no hay Ministerio de Salud?
Porque no hay. Tiene que venir alguien con conocimiento, con capacidad, con preparación, con autoridad, con respaldo gubernamental para reestructurarlo en su totalidad, para que vuelva a ser y a brillar como era en otras épocas en donde el Ministerio de Salud era absolutamente conocido y respetado nacional e internacionalmente.
 
¿Hasta cuándo hubo Ministerio?
Me imagino que hasta 2006, más o menos.
 
¿La crisis se agravó con la pandemia?
Bueno, es condenable la falta de atención, de preparación del Ministerio de Salud y la falta de apoyo y aportes para la solución de la problemática. Muchas instituciones y gobiernos locales han tenido que sacar recursos de donde sea para ayudar a paliar el problema ante la incapacidad del Estado de hacer frente a las necesidades para control de la pandemia.
 
¿El país no estaba preparado?
No estaba preparado en absoluto para una cosa de esta naturaleza y, quienes estaban en funciones no tenían ni siquiera noción de lo que estaba pasando en otros
lugares y de lo que nos podía pasar. Por lo tanto, tuvimos que pagar las consecuencias de una forma muy dura, como fue lo que pasó en el Guayas en el mes de marzo, que fue catastrófico.
 
La percepción que teníamos era que había más hospitales y una buena infraestructura.
Eso era una ilusión óptica. Se creía que había, pero en realidad no había. Y lo poco que había no estaba bien estructurado, bien mantenido, bien apertrechado ni bien aprovisionado. De ahí vino, pues, justamente el descalabro.
 
¿Cómo está el recurso humano?
El personal médico y paramédico está sometido a una sobrecarga de trabajo espantosa, casi diría yo inhumana, para poder cubrir las grandes necesidades. No se da abasto.
 
¿Cree que estamos demorando mucho en tener las vacunas?
Por supuesto. Debió haberse hecho una negociación completamente diferente, pero eso es cuestión de las autoridades. No me corresponde a mí opinar.
 
En estos días hubo una falta total de vacunas, incluso la pentavalente para niños.
Ese es un error gravísimo y una irresponsabilidad ministerial. El Ecuador estaba muy atrás en Latinoamérica, en los programas de vacunación infantil, hablo del pasado. Está mal que yo lo diga, pero yo tomé las riendas del proyecto que se llamaba Programa ampliado de inmunizaciones. Pasamos a ser uno de los países más adelantados en materia de inmunización infantil en Latinoamérica. Teníamos todo, cubríamos el mayor espectro de enfermedades infantiles.
 
Existe un organismo que es el Banco de Vacunas de Washington, que está adscrito a la Organización Panamericana de la Salud. Usted le pide al banco que le compre tal cantidad de vacunas y se las compra, pero a precios increíbles. Si usted quería comprar vacunas de sarampión en la calle y le costaba más o menos ocho dólares, por medio del Banco de Vacunas de Washington conseguí las dosis de sarampión a tres dólares. 
 
Si no hemos hecho eso es porque a las autoridades actuales les ha importado un pepino que exista o no el Banco de Vacunas. Capaz que nunca en la vida oyeron hablar de él. Porque son gente improvisada en el cargo. Pueden ser excelentes personalidades académicas, pero una cosa es ser un académico y otra cosa es saber de la salud del Ecuador. Eso hay que vivirla y haberla experimentado. Yo fui ministro después de 14 años de trabajar en salud.
 
¿Hay un riesgo muy alto de rebrote de varias enfermedades?
Riesgos de magnitud no hay, sino simplemente que se interrumpa la protección infantil y que pudiese haber a lo mejor algún brote por este descontrol. Pero eso es hipotético. Hay un desorden estructural y operativo que es una absoluta y total realidad. Este desfase está malo porque le va a tocar a los niños que no tienen todavía vacuna, que sigan aumentando su edad sin ninguna protección.
 
Algunas vacunas se hacían aquí en el Instituto Izquieta Pérez. ¿Por qué desapareció en el gobierno anterior?
Fue un instituto de un valor local, nacional e internacional indiscutible. Tenía una cobertura espectacular en materia de salud pública. Toda la vida quisieron llevar el instituto a Quito. Nunca pudieron porque peleamos nosotros a muerte para que no se lo lleven. Un buen día se consiguieron ahí uno que les lleve el dúo y le dieron el golpe de muerte.
 
¿Que dejó de hacer ese instituto?
Todo lo que es materia de prevención estaba a cargo del instituto. Fabricaba la vacuna triple (Difteria, tétano y tosferina) que yo hasta la exporté a Centroamérica. Ahora no hay vacuna BCG para la tuberculosis y esa la fabricábamos aquí, sobre todo porque la provincia del Guayas tiene la mayor incidencia y prevalencia de tuberculosis en el Ecuador. Se hacía la del Sarampión. Llegamos a hacer una de las mejores vacunas antirrábicas del mundo, certificada por el Instituto Pasteur de Francia. 
 
Para hacer el suero antiofídico para las mordeduras de serpiente, conseguí recolectar todas las serpientes venenosas del Ecuador. Era un suero basado en las serpientes ecuatorianas autóctonas. Ahora hay que poner el mexicano o el costarricense, que no necesariamente es específico. Entonces, por si acaso, le ponen dos, tres, cuatro o cinco ampollas, para cubrirle bien. El nuestro costaba 14 dólares, con el importado se gasta más o menos 400 dólares. Nos tomaría una o dos horas solamente para hablar de lo que hacía el instituto. Es lo que destruyeron estos miserables sin compasión.
 
¿Con qué argumento?
El tipo que hizo este mal, dijo: ‘vamos a dividir el instituto para que hagan mejores cosas y que progrese’. Mentira, lo que se hacía ya no volvió a hacerse y no progresó para nada, sino que se vino para atrás completamente.
 
¿Hubiesen podido hacer también vacunas para el nuevo SARS-CoV-2?
Se hubiera podido hacer porque había una instrumentación de primera y posiblemente con la capacidad que teníamos se podía haber investigado. A lo mejor podríamos hacer una parte de la elaboración, algo de eso, pero definitivamente teníamos una buena capacidad para elaborar varias vacunas.
 
¿Usted cree que esta pandemia la vamos a superar pronto?
¡Dios lo quiera! Pero esto no se va a acabar así nomás. Tenemos pandemia para rato, hasta que se produzca una vacunación masiva. 
 
Primero, no se hace diagnóstico masivo para ver todos los que están enfermos. Debe haber una diseminación absoluta y total de pruebas para diagnosticar a la mayor cantidad de pacientes. Los que tienen síntomas, aislarlos. Segundo, protección masiva con vacunación generalizada, no 20 mil dosis. Por lo menos debe tener unas nueve o 10 millones de dosis para que esté cubierto más o menos el 80 por ciento de la población. Entonces eso es lo que hay que hacer. Mientras esto no se haga, no vamos a controlar la pandemia. Así es, así será.