Así es la favela de Guayaquil en Monte Sinaí, donde operan bandas criminales: "vivimos atrapados"

Monte Sinaí es un cerro con 55 asentamientos irregulares que crecieron a espaldas del próspero puerto ecuatoriano.
AFP
Monte Sinaí es un cerro con 55 asentamientos irregulares que crecieron a espaldas de Guayaquil.

Ahora es un puerto atemorizado por el crimen del narco en las calles y las cárceles, pero una violencia menos ruidosa ya había echado raíces en las montañas de Guayaquil, en una villa miseria con nombre bíblico y menos conocida que otras en América Latina.

Monte Sinaí es un cerro con 55 asentamientos irregulares que crecieron a espaldas del próspero puerto ecuatoriano, envuelto en una sangrienta espiral que deja 861 homicidios en lo corrido del año, el 32,5% de todos los casos registrados en el país.

En las 9.300 hectáreas (100 km2) del cerro malviven medio millón de personas sin servicios básicos, según el censo municipal de Guayaquil (2,8 millones de habitantes).

Solo en Ciudad de Dios se apretujan 40.000 pobres en viviendas de caña o prefabricadas a medio terminar, tan estrechas que los baños están fuera de las construcciones.

Los primeros que se asentaron en este lugar fueron evangélicos protestantes que le dieron el nombre de Ciudad de Dios, el mismo de la famosa favela brasileña que retrató el cine en 2002.

Aquí "cada casita tiene pozo séptico. Hemos hecho esfuerzo para poner los postes de cemento para la luz; cuatro postes en la calle nos costaron 200 dólares", sostiene Marisol Chávez.

Líder barrial de 40 años, Chávez vive en un cuarto con dos camas juntas y juguetes de felpa que suavizan la vista. Hasta hace poco sobrevivía de las ventas informales y del trabajo esporádico de su pareja como albañil, pero con el reciente nacimiento de su bebé se dedicó a su cuidado.

"Casi no tenemos nada y se sufre bastante" en Ciudad de Dios, abrevia.

Chávez llegó al cerro en 2019 expulsada de otro asentamiento irregular. Aquí "no había nada, pura maleza, tierra, solo habían árboles pequeños con espinas que le hincaban a uno", recuerda.

El hacinamiento habitacional en Guayaquil (14,6%) supera el del promedio nacional (9,6%), de acuerdo con la autoridad estadística (INEC). La pobreza (20,1%) también es mayor en el puerto principal que en el resto del país (16,7%).

"Vacunar" pobres

Nacida de una invasión hace 22 años, Ciudad de Dios tampoco cuenta con agua potable. Por las vías destapadas ascienden los camiones cisterna. Un tanque de 55 galones vale 0,75 centavos de dólar, mientras en el sector rico de La Puntilla el metro cúbico de agua potable (264 galones) cuesta 0,72 centavos de dólar.

Miseria, hacinamiento, falta de servicios básicos y violencia configuran lo que ONU Hábitat llama una "trampa de pobreza", de la que difícilmente se puede escapar.

"Vivimos atrapados, dejar mi casa es ir a pagar arriendo y no hay plata", sostiene Rosa Obando, quien llegó aquí hace 15 años.

Las bandas criminales extendieron sus brazos hasta el hacinado Monte Sinaí. "Vivienda vigilada", se lee en un cartel.

Cuentan los vecinos que la frase es un aviso intimidatorio para "los que les deben plata a Los Choneros", una de las 26 organizaciones criminales que operan en Ecuador.

Los pandilleros extorsionan o "vacunan" a las comunidades para garantizarles la seguridad, pero en realidad es el costo que deben pagar para vivir. En unos días pasarán casa por casa cobrando "dos dólares", les advirtió uno de los jefes de la facción, según dijo bajo reserva uno de los habitantes.

Las bandas usan a los jóvenes como mano de obra barata. Ellos "son cien veces más propensos a quedar atrapados en el narcotráfico", señala César Cárdenas, director del Observatorio de Servicios Públicos de Guayaquil.

Sin proyecto

Antes de las primeras invasiones, Monte Sinaí era una superficie de terrenos privados y estatales donde también un narcotraficante había construido su hacienda, comenta la arquitecta y urbanista Rosa Rada.

Con el trazado de la vía Perimetral, que conecta la zona industrial con el puerto, el cerro comenzó a "urbanizarse" en 1984.

Para llegar al centro de Guayaquil, los vecinos de Ciudad de Dios deben caminar alrededor de media hora hasta la vía más cercana y tomar transporte público, en trayectos que pueden tardar hasta hora y media.

Las escuelas también están alejadas. Durante la pandemia los niños recibieron una que otra clase en pizarras y mesas instaladas en polvorientos patios.

Según el ministerio Desarrollo Urbano y Vivienda, un tercio de la superficie de Guayaquil está habitada de forma irregular por migrantes rurales que en muchos casos fueron engañados por traficantes de tierras. Las autoridades locales prevén legalizar 8.000 viviendas en un plan progresivo de regularización.

Sin vivienda "no hay un proyecto de vida ni (se puede) planificar un futuro", sostiene el jefe del Observatorio. En Ciudad de Dios difícilmente alguien tocará el cielo con las manos.