Vandalismo

Editorial

Resulta difícil entender el espíritu maligno que exhibieron los manifestantes durante la protesta indígena al destruirlo todo. Es imposible justificar sus acciones y menos tener lenidad con sus delitos.
 
Para construir el Metro de Quito se levantaron los adoquines de la Plaza de San Francisco, tallados en piedra a comienzos de 1604. Estaban guardados en la estación El Ejido, muy cerca al parque El Arbolito donde pernoctaron los manifestantes. Estos rompieron los cerramientos de la obra, incendiaron la rampa, bloquearon el foso del ascensor de calle, cortaron los cables y se sustrajeron las 1.400 piedras patrimoniales, para lanzarlas a los agentes del orden. Tras 15 días de búsqueda, faltan por encontrar 66 piedras, cuyo valor es incalculable. Los daños a esa estación y a otras dos son severos y todavía no están cuantificados, pero es seguro que causarán un retraso en la operación del sistema. Los manifestantes atentaron contra los que menos tienen. El Metro será la columna vertebral del tránsito de la capital y mejorará la calidad de vida de aquellos habitantes que no tienen un vehículo propio, pues reducirá de manera significativa el tiempo de sus viajes.
 
A pocas cuadras de la estación El Ejido está el edificio incendiado de la Contraloría. Costó 20 millones de dólares. Hoy es una estructura negra, de vidrios rotos y ventanas de hierro achurruscadas. Es el testimonio del deseo de impunidad en el manejo de los recursos públicos, por parte de quienes han saqueado al Estado. Los vándalos que ejecutaron el segundo ataque al edificio están detenidos. Sin embargo, subsiste la duda: Ellos fueron los autores materiales, pero ¿quiénes son los autores intelectuales?
 
En aras de paz, Ecuador ha sido condescendiente con el vandalismo en momentos de convulsión social. Sin embargo, esto ha originado que se aumente el pillaje por la creencia de que no habrá consecuencias.
 
El vandalismo es tan antiguo como el hombre, pero ocurre menos donde las acciones para castigarlo son severas. Por ello, si se quiere evitar que se repita y se agrave esta clase de acciones delictivas, debe haber responsables, comenzando por quienes incitaron a la violencia. Ninguna causa por justa que sea, puede convertirse en excusa para atentar contra los bienes comunes o privados.