Un desastre anunciado

Editorial

“Al cabo de los primeros días de una temporada excepcionalmente rigurosa, la ciudad de Quito fue sorprendida por un fenómeno de catastróficas proporciones. A la mitad de la tarde, desde las breñas del Pichincha, por la quebrada de Pambachupa, un torrente de lodo y rocas descomunales arrasó con casas, instalaciones eléctricas, vehículos y todo cuanto encontró en su camino... La quebrada por los efectos de la lluvia formó un represamiento que no se pudo detectar y luego ocurrió el aluvión. Los moradores de La Gasca y Pambachupa sufrieron graves pérdidas”. (Vistazo, febrero 25, 1975).

Para evitar futuras tragedias en esa zona el Municipio construyó un embalse en 1995, con capacidad de contener 4.500 metros cúbicos de agua, con la previsión de que el agua restante sea absorbida por la tierra. Sin embargo, en paralelo comenzó una tala despiadada de bosques y se asentaron nuevos barrios. En la zona hubo siempre torrenciales aguaceros. El del último día de enero descargó 280.000 metros cúbicos adicionales, que no pudieron ser absorbidos por las laderas ni el embalse. La tragedia de 1975 donde hubo dos muertos es dantesca en 2022. Hasta ahora, se han recuperado 28 cadáveres. Un desastre que pudo haberse evitado.

Como siempre en Ecuador, lo primero ha sido encontrar culpables: los alcaldes... los constructores... la corrupción municipal y en el señalar de dedos, algunos políticos hasta intentan usufructuar de este profundo dolor. Lo cierto es que la fuerza de la naturaleza es devastadora, más aún cuando se intenta desviar los cursos de ríos y quebradas para satisfacer la necesidad de obras y viviendas. En 1975, Vistazo manifestaba “algo debe hacerse pronto y de manera eficiente para prevenir otra tragedia”. ¿Qué se va a hacerse ahora? Las casas están cada vez más cerca de las cumbres y los bosques han ido desapareciendo a galope. La próxima tragedia será aún más dolorosa que la actual. Por lo tanto, es imperativo una política con cero tolerancia a la tala de bosques y a la generación de nuevos asentamientos irregulares o regulares en los bosques que todavía existen y hacer de la reforestación la prioridad municipal.