Transparencia en la entrega de vacunas

Editorial

EDITORIAL
 
Según la Organización Mundial de la Salud, gracias a la existencia de vacunas para 20 enfermedades se salvan anualmente tres millones de vidas. En contraste, en un año la pandemia del COVID-19 ha causado más de dos millones de muertes. En un esfuerzo científico sin precedentes, están aprobadas cinco vacunas y en proceso de aprobación 19. Hay esperanza, pero también grandes obstáculos en el camino.
 
Desafortunadamente, la demanda de vacunas supera con creces a la oferta. En EE.UU., la vacuna de Pfizer tiene retrasos en la entrega porque está reconvirtiendo varias plantas para su producción. Esta alta demanda facilita la preferencia de los países con mayores ingresos para obtenerla primero. La distribución y aplicación de las vacunas es otro desafío. En Europa, muchas dosis de la vacuna de Pfizer que necesita un proceso extremo de refrigeración se perdieron por fallas logísticas. En este contexto, para Ecuador hay limitaciones adicionales: un gobierno de salida, con una precaria situación económica y en medio de una campaña electoral, donde por ganar votos ciertos candidatos prometen lo que no pueden cumplir.
 
No obstante, dentro de esas limitaciones el gobierno sí puede y debe organizar la distribución de las vacunas con transparencia, eficacia y honestidad. El plan de inmunización inicial parece bien trazado, con grupos prioritarios como los médicos y los adultos en geriátricos. Debe cumplirse de manera estricta, sin entregar vacunas para “personas especiales” que no están en esos grupos. Si no hay privilegios habrá confianza. Luego no descansar hasta obtener vacunas para la mitad de la población con lo cual, el país
volvería a la normalidad, y finalmente la logística para el transporte y la distribución debe ser impecable, que no se pierda o se roben vacunas.
 
Por otro lado, resulta censurable que se engañe con las vacunas para obtener votos. Un candidato presidencial ha asegurado que ya tiene negociadas cuatro millones de vacunas
del laboratorio AstraZeneca con el presidente de Argentina. Es un engaño perverso. El presidente argentino no tiene injerencia en la producción de esas vacunas, que se manufacturarán por un acuerdo entre empresas privadas: AstraZeneca y una empresa farmacéutica argentina. En cosas de vida o muerte, la política debe quedar fuera.