Sistema disfuncional

Editorial

EDITORIAL
 
Con 20 binomios presidenciales, la papeleta electoral para 2021 no solo es un atentado visual para los votantes, sino que es el claro reflejo de un sistema político disfuncional. ¿Cómo llegamos a este retrato perverso de la democracia? Sus responsables son una mayoría de políticos preocupados por sus intereses, que han buscado garantizar su permanencia a través de disposiciones como: requisitos mínimos para ser candidatos; el financiamiento del Estado para sus campañas; facilidad para crear partidos; dificultad para que desaparezcan partidos y el amparo electoral para ser impunes a los delitos.
 
En Twitter, el cantante AU-D, con una broma donde se presentaba como jefe de campaña del grupo Tranzas, inició una avalancha de más de mil respuestas sarcásticas: “Mi binomio es Godzilla… leí un libro…gané un concurso de historia…etc”. La realidad de esta burla, la sintetiza un tuit en ese mismo debate: “El país no aguanta más candidatos aparecidos”. ¿Por qué cualquier desconocido o cualquier exconocido puede considerarse que tiene méritos para dirigir los destinos del país? Hay una dosis de narcisismo personal y también el hecho de que los partidos políticos han priorizado en sus nominaciones a personas no preparadas para los cargos, solo por ser conocidas.
 
El nacimiento y la muerte de los partidos es también otro aspecto que impacta en la cantidad y calidad de las organizaciones políticas. Con apenas un requisito de cinco por ciento de firmas del padrón electoral, se puede registrar un movimiento político nacional. La falta de democracia interna en los partidos impide el relevo y el ascenso de cuadros políticos, que como solución deciden crear sus propios movimientos. En consecuencia, en una misma tendencia política hay varios partidos, cuya principal diferencia está en los nombres de sus dirigentes. Está multiplicidad de partidos permite la corrupción de “alquilarlos o venderlos”. Si el nacimiento de un partido es fácil, la muerte se extiende después de años de velorio. Son algunos los partidos que no lograron el cinco por ciento en dos votaciones consecutivas, pero por triquiñuelas legales siguieron vigentes y hay algunos con denuncias severas, se mantienen por conveniencias políticas, como ocurre con cuatro partidos con candidatos presidenciales en esta papeleta y paradójicamente hasta puede haber resurrección para algunos, como resultó con Adelante. De las disfunciones perversas, dos tienen origen en la Constitución de 2008, donde se determinó que el Estado financiaría totalmente las campañas electorales y la participación de aquellos que no tuvieran sentencias penales ejecutoriadas. Anterior a estos supuestos avances, recibían el fondo electoral solo los partidos que tuvieran más del cinco por ciento de la votación nacional y no podían ser candidatos quienes tuvieran un juicio penal. La existencia de ese fondo partidario es parte del atractivo para aventurarse en una contienda electoral y el exigir sentencia ejecutoriada permite utilizar la ley como escudo de protección a políticos con sentencias por delitos muy serios.
 
En la coyuntura crítica, hay que demandar definiciones de los candidatos con respecto a este caos electoral y exigir a quienes sean elegidos las reformas para curar estas disfunciones. Ecuador merece una democracia pluralista, con varias tendencias, pero sana.