La enfermedad del despilfarro

Editorial

La embajada de Ecuador en España durante los gobiernos de Rafael Correa y Lenín Moreno pagó a abogados vinculados al partido Podemos más de 10 millones de dólares para supuestamente ayudar a los inmigrantes ecuatorianos a resolver los problemas legales de sus hipotecas de vivienda. Un indicio más de lo mal que se administran los recursos del Estado. ¿Debe el Estado ser responsable de asesorar sobre las deudas privadas adquiridas por ecuatorianos en el extranjero? No lo hace ningún país del mundo. Es un ejemplo de despilfarro de los recursos de todos. Esta es una enfermedad nacional, que retrasa nuestro desarrollo.

Las muestras de este grave mal son múltiples. ¿No es un derroche que el Estado financie a los partidos? Hay más de 280 movimientos, la mayoría sin posibilidad alguna en los comicios, pero ansiosos de recibir el dinero estatal en las elecciones. ¿Cuántos candidatos de los 16 presidenciales obtuvieron al menos el tres por ciento de los votos? Apenas tres candidatos. ¿Acaso no sabían de sus posibilidades los demás? Y los congresistas también abusan. ¿Por qué tienen por lo menos dos supuestos asesores? ¿Para cobrar “diezmos” en muchos casos?

La pasión por obras sobredimensionadas es otro indicio de dilapidación. ¿Necesitaba Ecuador construir el edificio de la UNASUR, para ser utilizado en pocas sesiones del organismo? ¿O Coca Codo Sinclair, construirse en esa dimensión, a sabiendas de que podía venirse abajo, porque está en una zona sísmica, con posibilidades de deslaves? La obra tiene grandes fisuras y no ha operado nunca con todas sus turbinas, además de probablemente algunos científicos piensan que su construcción es responsable de los daños ecológicos como la desaparición de una gran cascada turística. En la Costa está el terminal de Monteverde, construido para recibir grandes barcos cargueros de gas, pero apenas acodera uno cada dos semanas. ¿Y el dolor de cabeza de las cárceles, no es producto también del derroche? Se construyeron estructuras gigantescas, difíciles de controlar, que solo han servido para que se facilite a los grupos más violentos su dominación. No puede quedar de lado Yachay. Son millones de dólares invertidos, tierras productivas expropiadas y edificios inservibles. ¿Por qué no mejoraron la infraestructura y la docencia de universidades existentes? Y en obras menores, pero no por ello insignificantes: aeropuertos sin pasajeros en El Oro, el Oriente, para citar algunos.

Todos estos casos evidencian la grave enfermedad nacional del despilfarro que retrasa nuestro desarrollo y la necesidad imperiosa de que los gastos estatales deben estar sujetos a una auditoría pública severa y oportuna, para evitar el derroche de los fondos de todos. Un derroche que resulta imperdonable en un país como Ecuador, con tantas necesidades insatisfechas.