¿La bolsa o la vida?

Editorial

Editorial
 
Ese antiguo aforismo de los asaltantes españoles parece tan real en las actuales circunstancias. ¿Más contagio de covid-19 al levantar la cuarentena o el colapso del sistema productivo, paralizado por el encierro?
 
La cuarentena limitó el contagio, aunque el virus igual socavó la capacidad hospitalaria y funeraria, sobre todo en Guayaquil, donde se ha concentrado la mayoría de los casos. Sin embargo, el encierro ha impedido la producción y venta de bienes y servicios, en empresas grandes, medianas y pequeñas; en comerciantes formales e informales; y con ello el colapso financiero de todos. La cuarentena era necesaria, pero no puede ser indefinida. Hay que encontrar la fórmula para frenar el contagio y al mismo tiempo no aplastar la economía.
 
Nadie tiene pócimas mágicas, pero lo menos que se debe hacer es discutir y aplicar pautas a seguir, observando a los países que han tenido éxito y aquellos que están por levantar gradualmente las restricciones. Esto último sería el primer punto a tratar: ¿Cómo hacerlo? El Gobierno debe ser transparente con los datos. La mentira sobre el colapso hospitalario y las cifras de los muertos directos por covid-19, y los muertos colaterales por no haber recibido los tratamientos respectivos, no se sostienen más. Al esconder las cifras del alcance del virus, el Gobierno conspiró contra el objetivo primordial de la cuarentena: que las personas se queden en casa. Al levantar las restricciones, se necesitará transparencia total en las condiciones sobre el avance de la pandemia.
 
Más allá de la importancia de ayudar a quienes están graves, es primordial también el examen al mayor número de habitantes para saber si han desarrollado una inmunidad al virus. Quienes lo hayan hecho deberían incorporarse al trabajo. La actividad laboral no volverá a ser lo que fue antes de la pandemia. El distanciamiento social vino para quedarse, por lo menos hasta que se desarrolle una vacuna y se inmunice a toda la población. Relajar las normas socavará el propósito de volver al trabajo.
 
La economía del país no reflotará con las medidas de siempre. No se puede seguir pensando en extraer recursos del sector privado, hoy famélico. Todos los países, salvo Ecuador y Bielorrusia, están concediendo ayudas para volver a producir. Ecuador necesita hibernar, como dice Augusto De la Torre. Hay que refinanciar las deudas y encontrar recursos frescos en los organismos multilaterales, pero para esto hay que eliminar entelequias que no caben en un mundo post-corona. La primera es revisar los subsidios, el de los combustibles, por ejemplo, focalizándolo en el transporte público y en las actividades artesanales y además, liberar la importación de combustibles, para no subsidiar la ineficiencia de Petroecuador. Hay que reformar también el complejo sistema laboral del país, que por sus excesos impide que se generen nuevas contrataciones, pero igualmente, los empresarios no pueden abusar como lo hicieron durante la etapa de la tercerización.
 
En definitiva, necesitamos un nuevo Estado, descentralizado, que regule y controle, en lugar de ser el dueño de lo ajeno. Para lograrlo hay que elegir bien: no vendedores de humo, ni personas impreparadas para las funciones. Esta crisis los ha desnudado a todos.