En la hora más negra hemos visto a los verdaderos héroes

Editorial

EDITORIAL
 
No se necesita un héroe para mandar a los hombres a la batalla. Se necesita un héroe para ser uno de esos hombres que van a la batalla”, sostuvo el general Norman Schawrzkopf, después de desalojar a las tropas de Sadam Hussein, quienes habían invadido Kuwait en 1990. La guerra mundial contra el enemigo invisible, el Coronavirus covid-19, tiene día a día esos héroes: en el frente están los médicos, enfermeras y todo el personal que trabaja atendiendo a los pacientes infectados. En Guayaquil, hay decenas de hombres caídos pertenecientes a esta profesión, que cumplieron con el juramento de Hipócrates de ayudar a los enfermos y abstenerse de ocasionar daño intencional.
 
Los policías, los militares, los trabajadores en los sectores de alimentos, farmaceútico, financiero, recolección de basura, agua, energía eléctrica y medios de comunicación, son soldados de la retaguardia, que también han visto la muerte de cerca por el contagio de compañeros. Igualmente, son héroes los empresarios que a pesar de la cuarentena forzada cumplieron con el pago de remuneraciones de sus empleados y aquellos que han donado tiempo y dinero para paliar la emergencia. Y están también los voluntarios que han organizado campañas para repartir raciones alimenticias gratuitas en los sectores más pobres y para los trabajadores de los hospitales.
 
Pese a muchas fallas que ha cometido el gobierno, hay funcionarios que han trabajado 24/7 en la emergencia y que merecen reconocimiento. No así la mayoría de políticos, que han buscado dividir en esta hora aciaga, pensando como políticos y no como seres humanos. No han tenido empatía con el dolor y la tragedia que nos desborda. Tampoco la han tenido quienes desde la comodidad de mensajes a través de redes sociales, critican todo, pero no trabajan en soluciones para la crisis.
 
El peor de los pecados en los tiempos modernos, también ha afectado al Ecuador: premiar la notoriedad, en lugar de la importancia. En política, por ejemplo, se ha escogido a los candidatos por ser reconocidos, en vez de individuos con las competencias para los cargos. Se ha pagado en demasía a quienes son parte del espectáculo público y muy poco a quienes trabajan en salud o aquellos que deben formar los valores sociales: los educadores. Si de grandes males surgen grandes remedios, el día después de la pandemia necesitamos como país cambiar las prioridades. Elegir bien a quien ocupe una función pública y revalorizar los trabajos que hacen la diferencia en el día a día. En la hora más negra, hemos vistos a los verdaderos héroes.