Cambios en el sistema electoral

Editorial

EDITORIAL
 
En los últimos 40 años, Ecuador ha buscado vivir en democracia, pero solo ha logrado el derecho a sufragar y aun este ha sido deformado. Con 16 aspirantes a ser presidentes era una misión casi imposible para los electores analizar al líder para que conduzca los destinos del país durante los próximos cuatro años. ¿Cómo llegamos a este absurdo? La responsabilidad está en las leyes electorales y en la falta de rigor de las autoridades del Consejo Electoral. Las leyes permiten que cualquiera que desee y tenga una institución que lo auspicie participe en la elección y garantizan dinero para la campaña política. Además, demencialmente exigen a los medios igual cobertura para todos, indistintamente de su posición en las encuestas. Esto motiva a que algunos de ellos se postulen por la vanidad de contar en su hoja de vida el hecho de que fueron aspirantes presidenciales, aunque ni siquiera alcancen el uno por ciento de los votos, como ocurrió con siete de los candidatos en los recientes comicios o el dos por ciento como fue el caso de tres postulantes. Todo lo cual entorpece las elecciones, facilita la demagogia en los ofrecimientos de campaña y contribuye para la fragmentación política y la falta de gobernabilidad, indispensables para el crecimiento y el progreso de los países.
 
¿Cómo cambiar este panorama? Haciendo una purga real de los actuales partidos y movimientos políticos, para que sobrevivan solo aquellas organizaciones estructuradas, que además cuenten con principios ideológicos y verdaderos programas de gobierno. Deben desaparecer aquellas organizaciones que son solo membretes de pocas personas, que se alquilan en los procesos. Es imperativo elevar el porcentaje de votos que un partido o alianza obtiene en elecciones nacionales para mantener su personería jurídica. Igualmente, hay que aumentar el número de firmas que se requiere para formalizar un partido. En el reciente proceso, apenas cuatro de los 16 candidatos obtuvieron suficiente caudal de votos para justificar la existencia de sus movimientos políticos y los que estuvieron en los últimos lugares reflejaron que los adherentes con los cuales supuestamente crearon los partidos fueron un espejismo. Finalmente, debe reducirse o quizá hasta desaparecer la financiación estatal para los partidos, ya que es fuente de corrupción en muchos casos.
 
“La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”, sostuvo el político británico Winston Churchill. Tenía mucha razón, todavía no existe una mejor alternativa, pero en Ecuador hay que depurarla para poder cosechar sus frutos.