Buen comienzo

Editorial

"La actitud es una pequeña cosa, pero hace una gran diferencia”. (Winston Churchill). Actitud proactiva es lo que ha demostrado el gobierno de Guillermo Lasso en menos de un mes en funciones. El ambicioso plan de vacunar a nueve millones de personas prometido en la campaña, pese a algunas fallas, tiene una proyección esperanzadora. Se ha contratado 40 millones de vacunas para asegurarse la cobertura a todos los ecuatorianos y los refuerzos en caso de necesitarse. Al frente del programa están personas competentes, no ha habido privilegios: el Presidente, el Vicepresidente y los ministros han acudido cuando les tocaba el turno y han hecho fila como todos los demás. Se ha contratado con países que dispongan de vacunas para ser entregadas en el plazo convenido, sin mediar consideraciones ideológicas sino la eficiencia. Si el plan logra la inmunidad de rebaño, la economía se reactivará y todos seremos beneficiados por un regreso a la normalidad.

El presidente Lasso se preparó para hacer una gestión de calidad, con planes, proyectos y talento humano para ejecutarlos, si ganaba las elecciones. Los primeros planes sociales, por ejemplo, reflejan esa competencia. A diferencia de regímenes anteriores cuyo objetivo fue llegar, y después ensayar, Lasso profundizó los cambios de manera académica a través de la Fundación Ecuador Libre, cuyos integrantes están en puestos medios para ejecutar las acciones. Tampoco ha demostrado soberbia para rechazar lo que hicieron bien anteriores gobiernos como son los infocentros. Se ha propuesto renovar los que están en malas condiciones y crear nuevos para asegurarse el acceso tecnológico en zonas apartadas.

La actitud también se refleja en las señales claras de que habrá transparencia, combate a la corrupción y un país del encuentro en la diversidad. Dictó un código de ética para sus funcionarios, para que en blanco y negro ellos conozcan sus límites y no abusen de su cargo para beneficio suyo o de sus familiares, con lo cual comienza el combate a la corrupción. Su objetivo de hacer un país del encuentro se vislumbra como real. Se han suprimido las cadenas nacionales, los ataques a quienes piensan distinto y se ha reconocido a funcionarios que fueron parte de otros gobiernos, pero que son competentes y honestos. Se respiran otros aires, con lo cual hay la esperanza de que el país puede cambiar. Es un buen comienzo.