Votar a ciegas

Victor Cabezas

POR VÍCTOR CABEZAS
 
Una elección cómoda y sin reflexión será nuestra condena mañana. Quizás estemos frente al período electoral de mayor apatía y complejidad en nuestra historia. Aunque admito
que esta frase es un lugar común, auténticamente pienso que estas elecciones serán definitorias y definitivas para nuestro país. Las urnas se abrirán, entonces, de la mano de una paradoja: estaremos frente a las votaciones menos esperadas, menos reflexionadas, menos debatidas y entendidas y, a la vez, esas elecciones se presentan como el antes y el después de una historia que está por contarse.
 
Y no me refiero solo al fantasma del autoritarismo y de la dictadura que late cerca, no. Nuestra salud pende de un Gobierno eficiente, ordenado, científico y transparente. Un programa de vacunación serio que inmunice y monitoree es un reto que sobrepasa la política y se instala en, quizá, el mayor bien de la sociedad: la vida. Pero eso no es todo. Quien llegue a Carondelet tendrá que afrontar la reactivación de la economía ecuatoriana en estado crítico luego de meses de paralización. A la pospandemia se suman los retos pequeños y grandes de la política diaria (la relación con la Asamblea, la coordinación internacional, la inversión, los impuestos, etc.,). Todo esto se vuelve aún más crítico cuando analizamos el rol de la ciudadanía en estas elecciones, pues en medio del estrés económico, la crisis sanitaria y el impacto emocional que este duro período ha traído consigo, la política y la democracia están en última línea de prioridad. ¿Estamos conscientes de que en menos de un menos elegiremos presidente? Votar a ciegas parecería la opción más fácil y lógica hoy en medio del complejo contexto que vivimos. Paradójicamente esa elección cómoda y sin reflexión, será nuestra condena mañana.