Torcidos en derecho

Victor Cabezas

POR VÍCTOR CABEZAS
 
En sus orígenes, las sociedades limitaron el uso de las leyes para dos cuestiones fundamentales: regular el uso de la fuerza Estatal y proteger los derechos de las personas frente a los abusos. El derecho no estuvo pensado para resolver problemas morales, ni para que todos los conflictos pasen por el sistema jurídico. En realidad, el diseño inicial del derecho confiaba en que la ciudadanía tomaría decisiones basadas en la buena fe y que solo cuando existieren abusos, las leyes intervendrían. Progresivamente el derecho se fue expandiendo hasta niveles insospechados. Hoy, prácticamente, irradia todos los aspectos de nuestra vida. El agua caliente de la ducha, el café, el Internet, el amor, la familia, la política, todo está atravesado por miles de normas.
 
La expansión del derecho, sin embargo, no ha derivado en una sociedad más justa. En realidad, parecería que este reino de leyes nos está privando de la capacidad individual de discernir lo que es correcto. Mal contados hay 10 cuerpos normativos que regulan los carnés de discapacidad y los beneficios que se otorgan a sus portadores. Quienes abusaron de su poder y los obtuvieron a sabiendas de que su condición no ameritaba las ventajas del sistema, estaban en derecho. Cumplieron un procedimiento, aplicaron un reglamento y sacaron su carné. Aun abrazando esa legalidad, ¿hicieron lo correcto?, ¿se pararon a pensar si más allá de cumplir los miles de artículos, era moralmente aceptable sacar esa acreditación? No, la “legalidad” los relevó de esa carga. Veamos a los políticos. Aquí no importa si en dos instancias se ha probado la corrupción, tampoco importan las pruebas, la desacreditación de la función pública que conlleva las ínfulas de agarrarse del poder como un buzo a su tanque de oxígeno, no importa la distinción ética del servicio público. No. Si no hay sentencia ejecutoriada, según las leyes, una candidatura a los más altos cargos se puede dar. Observen cómo la hiperregulación (hecha por los propios políticos) los libera de la obligación de hacer un juicio ético y moral de su propio actuar. Podrán estar en derecho pero, en el fondo, viven torcidos.