Biopolítica

Victor Cabezas

POR VÍCTOR CABEZAS

Michel Foucault fue un filósofo francés profundamente consternado por las formas difusas en las que se manifiesta el poder. En los setentas desarrolló el concepto de biopolítica para referirse a la tecnología, medicina, prácticas y estrategias destinadas a administrar nuestra vida. Foucault estudió cómo ese conjunto de discursos de qué hacer con nuestros cuerpos, a propósito de la salud, podían ser útiles para ejercer control y dominio sobre nosotros. A través de la biopolítica, el Gobierno se vale de un objetivo socialmente deseable como la salud, para generar normas de conducta, “modos correctos de vida” e, incluso, sentimientos más o menos censurables.

Los últimos dos meses se recordarán como uno de los periodos de mayor incertidumbre y crisis en la historia de la humanidad. También pasarán a la historia por lograr algo que en estos tiempos parecía imposible: confinarnos durante más de setenta días. Limitar nuestro movimiento. Dejarnos en casa. Atarnos. Desde luego, esta restricción general a nuestras libertades se ha hecho por un fin válido: preservar la vida y evitar que el sistema sanitario colapse.

Ahora, aún siendo la acción del Gobierno deseable, muy pronto deberemos evaluar hasta qué punto sigue siendo legítimo que se restrinjan nuestras libertades y, sobre todo, qué nivel de intromisión en nuestra vida privada estamos dispuestos a soportar. El seguimiento permanente de los gobiernos por medio de los celulares so pretexto de controlar el distanciamiento social ya está generando debate por la intensidad de la vigilancia. También preocupa que la pandemia sea una patente de corso para que el Estado regule y se entrometa en las esferas más privadas de los individuos. Por ello, resulta fundamental encontrar un equilibrio entre el acto de Gobierno, que tiende a la preservación de la vida, y la garantía de la libertad.

En estos tiempos difíciles no debemos dejar de pensar en nuestras libertades individuales y colectivas. Sí, puede parecer que la intrusión del Estado y la limitación de derechos sea lo menos importante cuando hay que llenar la olla para comer. Sin embargo, la historia ha comprobado que allí donde el Estado encuentra espacio para desconocer nuestras libertades, ahí nace el absolutismo y la debacle. Cuando la “administración de la vida” radica solo en el gobierno, las libertades o desaparecen o se difuminan.