Instrucciones para (no) ver el Mundial de Rusia

Santiago Roldós

A)Cierre los ojos. B) Contenga la respiración. C) Desaparezca, definitivamente. Si su instinto de supervivencia es demasiado fuerte:
 
A) Repita el primer paso. B) Colóquese un tapón en los oídos, y órale, a disfrutar de la única libertad a su alcance.
 
En dicho protocolo resultará fundamental cerciorarse de que 1) los principios religiosos que le han inculcado –y que usted confunde con “instinto de supervivencia”– no le han expropiado completamente la capacidad de identificar las diferentes partes de su cuerpo, confundiendo por ejemplo sus orejas con su ano; y 2) el tapón seleccionado carece de conexión a bluetooth.
 
Si todo lo anterior resulta imposible:
 
A) Contenga la respiración. B) Hágalo sin desaparecer definitivamente, sólo lo suficiente como para sufrir una apoplejía o percance cerebral que afecte sus capacidades mentales. C) Disfrute del Mundial. En esta alternativa, caben diversos pasos intermedios entre A y B: endeudarse a lo pendejo, comprando una pantalla de televisión 4K de 1.500 pulgadas; adquirir un kit de camisetas mundialistas; ir a las campus parties donde suelen reinar principios similares a los de los sanfermines y sus manadas; etc.
 
Entrados a ese mundo, su izquierdismo infantil le permitirá abrigar la esperanza de una final soñada. En ella Argentina enfrenta a Portugal, Cristiano Ronaldo es expulsado por una entrada criminal contra Messi, justo después de que La Pulga marca su quinto gol del partido.
 
Cuando Putin –o cualquier otro de los mafiosos hijos de ídem que gobiernan el mundo/la FIFA– le entrega la Copa al capitán de la Albiceleste, el ya sin duda mejor jugador de la historia se pronuncia contra la homofobia fascista del exlíder de la KGB, reivindica a las Pussy Riot y al feminismo en general y tatatatatá ¡GOOOOL del iluso!
 
¿Se imaginan que, incluso en el caso del indeseable triunfo del lado oscuro de la Fuerza, es decir, Ronaldo campeón del mundo y máximo artillero del torneo, el más antipático jugador de la historia decide que es el momento, frente al planeta entero, de liderar la salida del clóset de los miles de futbolistas a quienes las dictaduras de sus vestuarios han condenado a llevar una doble vida?
 
En apenas un segundo el célebre ciborg CR7 se humanizaría, sin necesariamente perder demasiado dinero ni popularidad, sobre todo a estas alturas de su vida. Ahí está el cantante del himno de Francia 98, Ricky Martin. La sociedad del espectáculo lo aguanta todo. Un tercer escenario, más difícil todavía, sería que el inexistente Sindicato Transnacional de Futbolistas directamente renunciara a jugar el torneo, en solidaridad y denuncia de la complicidad de la industria del fútbol con los regímenes autoritarios de Rusia y Qatar, por mencionar únicamente a su actual y futura sede.
 
Como todo lo anterior parece sacado de una película semi latinoamericana, semi hollwoodense y semi dialéctica hegeliana, de esas que ganan el óscar de manera más o menos inexplicable, una alternativa sería:
A) Vuélvase millonario. B) Contrate un crucero a Marte.