R.I.P. Odebrecht

Patricia Estupiñán

La corrupción de una empresa pasa facturas incalculables; hecha pública muy pocas sobreviven al escarnio y escapan a la quiebra. Odebrecht imposibilitada de honrar una deuda de 25.000 millones de dólares, hace dos meses se acogió a un concurso de acreedores en Brasil y ahora ha optado por el capítulo 15 de la Ley de Quiebras en Estados Unidos, donde además debe una multa de 3.500 millones de dólares por su comportamiento no ético.
 
Para sobrevivir a la vindicta pública, una empresa descubierta en corrupción requiere de solidez financiera, arrepentimiento creíble y un sacudón estructural, de manera que pueda renacer como el ave fénix. Estas características no las ha tenido Odebrecht. A medida que crecía el escándalo, sus socios en algunos proyectos la fueron abandonando. La última en huir fue la empresa inglesa LyondellBasel, que desistió de la compra de las acciones que Odebrecht mantiene en la petroquímica Braeskem en Estados Unidos. Sin esos ingresos, se produjo el dominó. 
 
El arrepentimiento tampoco parece creíble. Odebrecht tiene una historia de sobornos. En 1992, tras la presidencia de Fernando Collor de Mello saltaron pagos bajo la mesa a políticos y fue prohibida de operar, pero movió sus influencias y regresó con más ímpetu a las prácticas dolosas. Ahora, se ha descubierto que en el monto de los 750 millones de dólares de sobornos que Odebrecht admitió en su acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos, no están todas las coimas.
 
En los procesos judiciales en varios países, como se evidencia en el caso Sobornos en Ecuador, han ido apareciendo otras entregas de dinero. Por último, se percibe que el sacudón estructural de Odebrecht tiene limitaciones, ya que si bien han sido apartados de la administración sus propietarios, la familia Odebrecht, sigue en teoría siendo dueña de su patrimonio y tras bastidores mantienen influencia.
 
A diferencia de Odebrecht, la multinacional alemana Siemens ha podido, en una década, poner la casa en orden. En 2006, fue sancionada por el Departamento de Justicia por haber repartido 1.400 millones de dólares en sobornos. Siemens pagó una multa de 2.000 millones de dólares; barrió a los administradores; hizo 900 procesos de auditoría para eliminar a todos los empleados que participaron; reeducó a los que quedaron; creó un portal para evaluación de los riesgos de cada cliente; mantiene 500 auditores de Compliance (cumplimiento de procesos anti-corrupción) y un departamento de control interno dirigido por un exdirector de Interpol. Sin embargo, lo más importante es que Alemania le impuso la prohibición de realizar contratos en países altamente corruptos. La mayoría de sus clientes no lo eran, entonces el negocio tuvo menos ingresos pero la empresa siguió operando con ganancias.
 
La quiebra de Odebrecht demuestra que como su éxito dependía de los sobornos, cuando estos se esfumaron también se esfumaron los contratos, su operación se vino abajo. Su desesperación por reparar los daños en varios países, solo buscaba continuar operando. A no ser que ocurra un milagro, por ahora no previsto, no renacerá. Con su quiebra, Ecuador ha llegado tarde al reparto. Siete países ya lograron una compensación. Nosotros probablemente no. ¿Desidia o corrupción?