Receta para la prosperidad

Patricia Estupiñán

Ni los recursos naturales ni el capital humano resultan el mayor factor para que una nación sea próspera. El más importante es un bien intangible: el estado de derecho.

Naciones Unidas estima que 350 mil personas han cruzado el Mar Mediterráneo buscando llegar a Europa este año. Más de cinco mil han muerto en el trayecto. La mayoría son sirios. Las grandes migraciones tienen patrones comunes: durante las guerras el destino suele ser los países fronterizos, para regresar después del conflicto. La migración económica, en cambio, apunta a un país próspero, para mantener a los que se quedan. Sorprende que los sirios opten por una travesía de más de 1.600 kilómetros para llegar a Grecia, en lugar de los 200 kilómetros que separan a Siria de Líbano, su vecino, o que si les agobia la economía no hagan viajes a los países petroleros árabes, tan ricos y a mucho menor distancia que los europeos. La respuesta está en que Europa, a pesar de la actual crisis económica, tiene la receta para una mejor calidad de vida: la prosperidad no es patrimonio del gobierno o de las élites sino que es una riqueza de la nación.

Un estudio del Banco Mundial basado en las naciones más ricas del planeta, encontró que apenas 2 por ciento de su riqueza estaba determinada por los recursos naturales. Japón, con apenas 378 mil kilómetros cuadrados (casi un tercio más que Ecuador), con limitados recursos naturales, es la tercera economía del planeta después de Estados Unidos y China. Un 17 por ciento de la riqueza proviene de la producción de bienes y servicios. El haberse convertido en la fábrica de bienes y servicios del mundo, hizo que mil millones de chinos salgan de la pobreza y que China aspire a ser la mayor economía del mundo. Un 30 por ciento depende del capital humano. Los países nórdicos –Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca– tienen la mayor renta per cápita y también ocupan los primeros lugares en la calidad educativa de sus habitantes. Finalmente un 51 por ciento, es decir más de la mitad, corresponde a un bien intangible, el constituido por lo que los anglosajones denominan “the rule of law” (estado de derecho) y la calidad del gobierno y los servicios públicos.

Un estado de derecho se ajusta a cuatro principios universales. Uno es la rendición de cuentas: los funcionarios del gobierno, así como los individuos y entidades privadas son responsables ante la ley. Segundo: respeto a los derechos fundamentales a través de la aplicación de leyes claras, estables, justas e iguales para todos. Tercero: las leyes son creadas y administradas de manera justa y eficiente; y finalmente, la justicia tiene representantes competentes, éticos, independientes y neutrales y con los recursos suficientes para cumplir con sus propósitos.

El índice de adherencia al estado de derecho, desde la perspectiva de su vigencia en la vida de la gente ordinaria, hecho por el World Justice en 2015 en 102 países, evalúa varios factores que determinan el estado de derecho: la delimitación del poder del gobierno, la sanción de funcionarios por conductas equivocadas, la ausencia de corrupción, la apertura del gobierno para la información, la protección a ciudadanos en sus derechos fundamentales, la justicia civil y la justicia criminal.

Dinamarca ocupa el primer lugar, seguido de Noruega y Suecia. Uruguay (22) es el primero de América Latina. Ecuador está en el puesto 77. Reprobó en la delimitación del poder del gobierno, la protección de los ciudadanos y la calidad de la justicia civil y la justicia criminal. En ninguna de las categorías se ubicó en el tercio superior de estado de derecho. En último lugar no se encuentra un país africano o un país asiático. Está Venezuela: un estado fallido. Sobra cualquier comentario.