Nerón del siglo XXI

Patricia Estupiñán

Mientras los ciudadanos de la Roma imperial veían cómo se consumía el 70 por ciento de la ciudad en un catastrófico incendio, el emperador Nerón observaba extasiado el fuego y tocaba su cítara. Un instante que define su reino de extravagancia, crueldad, corrupción y tiranía. En el siglo XXI, los hambrientos y enfermos ciudadanos venezolanos vieron cómo se consumieron en llamas dos camiones con ayuda humanitaria. En tanto, Nicolás Maduro ajeno a su dolor y carencias, no perdía el paso de baile de salsa con su esposa Cilia. Un instante para que lo defina la historia como un Nerón moderno: cruel, extravagante y corrupto.
 
Los excesos siempre pasan la factura a los tiranos. Sostenidos por el poder de los militares, cuando estos retiran la alfombra, el tirano cae. Nerón sobrevivió el incendio, para vivir un infierno de intrigas e intentos de asesinato. Terminó acorralado por la guardia pretoriana en su palacio y ante la inminencia de su ejecución, tomó una daga y se cortó la yugular. Al igual que Nerón, a Maduro lo sostienen las armas, porque el respaldo popular lo tiene el presidente interino Juan Guaidó, quien en poco tiempo ha amalgamado a una oposición dispersa y a un pueblo cansado de la tiranía. Según las
encuestas Guaidó tiene un 85 por ciento de popularidad y el reconocimiento de 50 países como figura máxima del Estado, incluyendo al Ecuador.
 
La estructura militar que respalda a Maduro no es monolítica. “Está compuesta de múltiples elementos, cada uno con sus propios intereses para apoyar al régimen”, explica Javier Corrales, un catedrático estadounidense experto en el Chavismo. Por un lado están los soldados profesionales de carrera, otro grupo son soldados ideologizados que trabajan con elementos cubanos. En cambio, los altos mandos continúan aferrados al modelo porque tienen buenos negocios con el régimen, algunos ilícitos como el tráfico de drogas. Finalmente, están los colectivos asesinos, encargados de la represión.
 
Hay indicios de que al igual que Nerón, Maduro ha comenzado a vivir su propio infierno. No se explica de otra forma, cómo Guaidó salió y entró a Venezuela en sus narices y a pesar de sus advertencias, ni tampoco sus errores de retener a periodistas norteamericanos o expulsar al embajador alemán. El círculo se va cerrando. El divorcio de los militares con el tirano ocurrirá o negociando con cada uno de los grupos o cuarteando el control en el ejército profesional, que es el más numeroso y probablemente con bases menos comprometidas. Es cuestión de esperar.