Avalancha de nieve

Gabriel Rovayo

Esto que está sucediendo con el Deutsche Bank, me recuerda a esas avalanchas de nieve que provocan una bola que va creciendo y arrasando con todo.
 
Y todo empezó en septiembre de 2016: El Deutsche Bank es señalado como el nuevo Lehman Brothers, sí, el mismo de la crisis de 2008. La situación de entonces lo llevó al borde de solicitar el rescate al gobierno alemán.
 
El ruido de la tormenta mermó un poco en los meses subsiguientes, pero eso no significó que todo se hubiera solucionado. Y, aunque no se dio el rescate del Gobierno, sí es un secreto a voces el hecho que el Deutsche Bank se recuperó gracias a la fortaleza de la economía alemana. Pero, en lugar de mejorar la situación, el banco empezó a dar pasos erráticos, como aquel, en 2015, en el que manipuló el Libor rate y otros tipos interbancarios. Lo cual le costó una multa de 2.500 millones de euros.
 
De darse un desenlace fatal, las consecuencias serían desastrosas. Este gigante, fundado en 1870, tiene 100 mil trabajadores en todo el mundo (la mayor parte en Alemania), y casi 600 mil inversores y accionistas.
 
Lo que acontece ahora es un poco más grave, el Deutsche Bank está perdiendo dinero porque los inversores están huyendo. En 2015, el annus horribilis del banco, este cerró con unas pérdidas históricas de 6.890 millones de euros. Y paralelamente, las autoridades estadounidenses y británicas le impusieron una multa 2.500 millones de euros por una serie de escándalos.
 
La crisis ha dado como resultado, además, el despido de su presidente, John Cryan, a quien le sustituyó Christian Sewing, a raíz del incidente acaecido en esta institución centenaria a mediados de marzo, la errónea transferencia de 28 mil millones de euros cantidad que supera el valor total actual en Bolsa de la entidad. Si se tratara de un accidente aéreo hablaríamos de un error humano. No hubo muertos, pero sí contusos, pues el dinero fue a parar a una cuenta del propio banco en la cámara de compensación alemana Eurex, el principal mercado de derivados de Europa, a la que se debía haber transferido una cantidad mucho menor, que la entidad no detalla.
 
A este error operativo, corregido a los pocos minutos de producido no le veo una gran trascendencia, aunque lo tomo como una señal de que el bancon necesita entrar a terapia intensiva urgentemente. Lo más reciente, y realmente aterrador, ha sido la noticia acerca de que el inversor chino HNA redujo su participación en el Deutsche Bank al 7,9 por ciento, a pesar de que en febrero de 2018 había dicho que no reduciría más su participación accionaria. Los otros dos grandes accionistas de Deutsche Bank son el Emirato de Catar y el gestor de fondos BlackRock, que tienen ambos aproximadamente un seis por ciento.
 
La crisis del Deutsche Bank parece ser la puerta de una nueva crisis bancaria. ¿La bola de nieve arrasará con todo?