La corrupción de lo mejor es lo peor

Fernando Vega

POR FERNANDO VEGA
 
Todo partía de esa tesis romántica y utópica de que Alianza País estaba constituida por gente sin pecado original, todos con ‘mentes lúcidas, corazones ardientes y manos limpias’. Desde esa perspectiva, creíamos que la corrupción era patrimonio de la derecha, y la izquierda era el santuario de la ética revolucionaria.
 
La Constitución de 2008 era garantista, buscaba evitar que a figuras políticas se les bloqueara la participación en elecciones. El principio era que todos son inocentes hasta que en todas las instancias se pruebe su culpabilidad.
 
Pero con el tiempo vimos cómo los partidos políticos, las antiguas empresas electorales, se convirtieron en emprendimientos políticos; atravesados por la corrupción y el privilegio. Se dice de la iglesia Corruptio Optimi Pessima, la corrupción de lo mejor es lo peor. El correísmo se presentó con tales características de transparencia, que su mancha fue la peor, se creó una institucionalidad revolucionaria esencialmente corrupta; se sentaron las bases de un aprovechamiento corrupto del Estado. Cuando la sal pierde su sabor, ya no sirve para nada, salvo para pisarla.
 
Nos volvimos formalistas, queremos ser respetuosos de la Ley para que ocurran tropelías. Puedo ser cumplidor de la Ley pero puedo irme al infierno. San Pablo dijo “La Letra mata pero el Espíritu da la vida”. Lo digo en otras palabras. Hay un caso de pedofilia y no han hallado la forma de sentenciar al responsable. Argumentando que no hay condena, ese señor podría ser canonizado. El pronunciamiento de la justicia evita que Rafael Correa vuelva a ser candidato, pero tenemos un Abdalá Bucaram y otros personajes con aspiraciones electorales.
 
La corrupción de grandes contratistas, que pagaron por igual a gobiernos de derecha y de izquierda, queda confirmada en la región con el caso Odebrecht. La sentencia en el caso Sobornos muestra cómo funcionó ese mecanismo de pagos, favores y contratos con el Estado. Por eso, el cinismo de Correa, de presentarse como víctima de persecución porque supuestamente es revolucionario, no es más que una patraña.