Yaku Pérez, el prisionero

Carlos Rojas Araujo

Por Carlos Rojas Araujo
 
Estuvo a punto de cambiar la historia del país y no porque le faltaran algo más de 33 mil votos para pasar a la segunda vuelta y ser el primer político indígena con posibilidades de llegar a la Presidencia. Durante 10 días, millones de ecuatorianos se entusiasmaron con su liderazgo, no tanto por las cosas que decía, sino por cómo las exteriorizaba.
 
Hoy, todos hablan de respeto al medio ambiente y de combatir la corrupción con un ejercicio austero del poder. Pero muy pocos como Yaku Pérez sonaban tan alentadores. Era el político ideal para acercar las demandas de los más necesitados al ejercicio del buen gobierno, desde el cual el movimiento indígena tendría que mirar al país en su conjunto y proponer soluciones para todas sus latitudes.
 
Era el Yaku que decía que el extractivismo no traerá progreso, pero que entendía que la dolarización necesitaba un motor productivo y empresarial para generar riqueza y poder repartirla.
 
Sus más sagaces contradictores decían que detrás de ese político maduro se escondía un plan de gobierno excluyente y radical. El comunitarismo en su máxima expresión.
 
Pero también era posible entender a Yaku Pérez como el eje de una transición. Aquella que quiso llevar a los indígenas a tratar, como estadista, las cuestiones del Estado.
 
Su apuesta fracasó por los líderes radicales que hoy comandan la Conaie, Jaime Vargas y Leonidas Iza. Aquellos que prefirieron brindar con Andrés Arauz, antes que alinearse con alguien que proponía darle una salida democrática a las grandes demandas del paro de octubre de 2019, del que Iza y Vargas solo reivindican la intransigencia.
 
El relato que posicionará Pachakutik es que la derecha, aliada con el correísmo y el banquero, hizo un fraude monumental, sin reconocer que el boicot a su exitosa campaña surgió casa adentro desde el inicio del proceso electoral. Cuando Yaku más necesitaba, la Conaie le dio la espalda, alegrándose -únicamente y a través de un comunicado- por los 27 escaños alcanzados el 7 de febrero. Como su presidencial está en otra lista, el siguiente paso será partir el bloque legislativo para que una parte de él vote con el correísmo.
 
Durante 10 días, millones de ecuatorianos se entusiasmaron con su liderazgo. La posibilidad de que Yaku fuera presidente se fortaleció cuando invitó a Guillermo Lasso a conversar, creando el ambiente para un Ecuador de futuro y unidad. Pero al tiempo que su rival cometía el gran error de difundir una carta que descuadraba el acuerdo de transparencia electoral, Pérez volvía al radicalismo y a pensar que la legitimidad de lo indígena siempre tiene que estar por encima de las leyes y el Estado de derecho.
 
Él, al igual que ocurrió con Lasso en 2017, se obsesionó en la idea de un fraude que no supo cómo administrarlo, restando importancia a aquella unidad política que podría cimentar cuatro años fundamentales en la lucha contra el autoritarismo.
 
Yaku se alineó con esa dirigencia que nunca entendió que para ser poder hay que dar un paso más hacia el centro político. Entonces quedó prisionero de unos radicalismos que votaron por el mestizo de otro partido, mientras el país -por sentencia de Yaku- no podrá quejarse si el correísmo vuelve para siempre.