Salario en Ecuador, ¿se cierra otro ciclo?

Carlos Rojas Araujo

POR CARLOS ROJAS ARAUJO
 
El Gobierno decidió no elevar el salario básico para este 2021. Con ello, el país abre un ciclo en el que probablemente se replantee el concepto de remuneración, productividad y calidad de vida, bajo un debate que a muchos inquieta: el futuro de la dolarización. 
 
La referencia histórica demuestra que Ecuador, cada 20 años, muda la piel de su esquema monetario incidiendo, para bien y para mal, en la capacidad adquisitiva de la sociedad.
 
En el inicio de la democracia, entre 1979 y 1980, la Cámara de Representantes (Poder Legislativo) duplicó el salario mínimo y sorprendió al joven presidente Roldós. Eran los últimos meses del ‘boom’ petrolero que dio forma a una clase media amortiguada. El salario pasó de dos mil a cuatro mil sucres que equivalían a 143 dólares. 1980 fue el último de varios años en que Ecuador gozaba de una moneda estable, cotizada en torno a los 25 sucres por dólar.
 
Analistas de la época señalan que la distorsión que generó esa medida, más política que técnica, aceleró el descalabro económico, la inflación y las devaluaciones. Por dos décadas
se elevaron los salarios en sucres, aunque su valor adquisitivo se pulverizaba con la misma rapidez que la popularidad de los presidentes. En 1984, el sueldo básico valía 67 dólares; 55 en 1988 y 39 dólares para 1990. El desastre llegó en 1997 cuando cayó a 25 dólares y luego a 18 en 1998 y a ocho en 1999 para valer solo cuatro dólares en enero de 2000, tras morir el sucre y con él la hiperinflación…
 
Las medidas compensatorias de ese año pusieron el básico a 57 dólares y las siguientes dos décadas significaron un alza constante de 15 dólares en promedio cada enero.
 
Hoy, el ecuatoriano con empleo adecuado gana al menos 400 dólares. Tiene el tercer salario más alto, luego de Costa Rica y Chile con la ventaja de recibirlo en una moneda que no se devalúa por veleidades internas.
 
Veintiún años después de dolarizarnos, Moreno y su Ministro de Trabajo pusieron fin a la tendencia mecánica de subir el salario. Y suavizaron el impacto político de la decisión con un bono estatal para desempleados y gente con los salarios más bajos. Ese subsidio costará 40 millones de dólares y es una medida marginal para un país que solo entre noviembre de 2019 y octubre de 2020 perdió 245.660 afiliados. La dramática caída que reporta el IESS demuestra que la urgencia no es la remuneración, sino la falta de empleo.
 
La pandemia destruyó la economía y aceleró con dureza la transición hacia nuevas formas de trabajo y generación de recursos. Los ecuatorianos están listos para ese cambio, aunque los políticos no logren consensuar el diseño de esas nuevas reglas de juego. Unos insisten en que a la empresa privada le corresponde multiplicar el empleo y que para eso hay que esperar la siempre esquiva inversión de capitales.
 
Otros, como los tecnócratas del correísmo, dicen -aún con timidez que el salario en dólares es un factor que desalienta la creación de fuentes de trabajo y ante esa realidad, cabe
hablar de una renta básica unificada con “fuentes alternativas de liquidez”. Es una cuestionable opción para enfrentar, quizás, el tercer ciclo del Ecuador en materia salarial y monetaria, donde el único compromiso debe ser el proteger la dolarización.