Quito no es correísta

Carlos Rojas Araujo

Una de las grandes conclusiones que el correísmo pretende imponer, luego de las elecciones seccionales del 24 de marzo, es que su fuerza ha renacido en Quito y que a partir de los “buenos resultados” de Luisa Maldonado y sus nueve concejales, la esperanza popular por el retorno del líder está intacta. Pero todo esto es un cuento propagandístico.
 
Las cifras no mienten. Jorge Yunda (exAP), del que podríamos decir que constituye el “correísmo light”, ganó la alcaldía con el 21,4 por ciento de los votos. En segundo lugar está Maldonado, del “correísmo duro”, que captó el 18,42 por ciento de las adhesiones. 
 
Ambos candidatos suman el 39,8 por ciento del favor popular y superan en menos de dos puntos el porcentaje de votos que Augusto Barrera sacó en 2014, cuando Alianza PAIS y el correísmo habían sufrido la peor derrota electoral. Son apenas 16.240 votos más, dentro de un padrón electoral que en la ciudad creció en un 8,7 por ciento.
 
Las cuentas electorales, como también ocurría con las de la economía, no le cuadran al exmandatario. Más allá de su influencia en las redes sociales y su bien organizada militancia política, está claro que su electorado en Quito es el mismo de hace cinco años, aunque ahora separado en dos canecas.
 
El problema político de la ciudad radica, por tanto, en la ineptitud e irresponsabilidad del centro derecha (CREO, Concertación, PSC, Juntos Podemos) por no haber trabajado en un acuerdo conjunto, al igual que en el purismo del centro izquierda (ID, Democracia Sí, Pachakutik) y sus esfuerzos vanos por desdeñar el autoritarismo que alguna vez les deslumbró.
 
Desdramatizada entonces la trepada del correísmo, cabe avanzar en una lectura más prospectiva de lo que le puede esperar a Yunda con la floja votación que lo hizo alcalde. Aunque ha dado pasos sensatos para asegurarse un margen de gobernabilidad en el cabildo, el problema real está en la calles de la ciudad.
 
Mauricio Rodas deja su administración con bajos niveles de popularidad, pese a que hace cinco años tuvo uno de los respaldos más contundentes de la historia. ¿Qué garantiza entonces que a Yunda le vaya a ir mejor?
 
Tanto en el norte, centro, sur como en las zonas rurales del distrito, Rodas venció a Alianza PAIS con el 58 por ciento de los votos. Estas cifras muestran una victoria uniforme que no estuvo marcada por el antipático clasismo, ingrediente que correístas y opinólogos se han esforzado por destacar en la contienda de este 2019.
 
Ni siquiera Yunda es un líder consolidado en el sur, pues su respaldo es de apenas el 27 por ciento. En el resto de las circunscripciones, el futuro alcalde tiene hasta el 12 por ciento menos de representatividad.
 
Los siguientes cuatro años serán complejos para un alcalde que tendrá que conquistar las bases de los sectores populares de los que supuestamente proviene, disputándose (o entregándose) a las que controla el correísmo. También deberá mostrarse como un líder viable para esa otra gran porción de la ciudad, la mayoritaria, que está dispersa en toda la capital y que anhela un proyecto político y urbano que la vuelva grande otra vez, parafraseando el eslogan del nuevo alcalde, tan incierto como preocupante. Si Quito no es de Yunda ni tampoco es correísta, ¿de quién es?