Preparemos la resiliencia

Carlos Rojas Araujo

POR: CARLOS ROJAS ARAUJO
 
Es difícil escribir desde la incertidumbre. La información solo sale del discurso oficial y ante el temor porque la pandemia nos toque, lo único certero es acatar los protocolos del Gobierno. El mundo ha visto cómo el apocalipsis se retrata en Italia, por lo que quedarse en casa marca la diferencia entre enfermarse o resistir.
 
¿Por cuánto tiempo? ¿Hasta estar seguros de que en Ecuador no habrá 850.000 contagios como lo advierte la Organización Panamericana de la Salud? De entre los millones de mensajes que se han ‘viralizado’ en redes sociales, a mayor velocidad que el Covid-19, hay uno que vale la pena recogerlo.
 
En medio de la desolación y el apremio hay quienes creen que el coronavirus ha permitido que el planeta se tome un respiro ante tanta polución, que los bancos se sensibilicen con sus deudores, que empresarios y sindicalistas por fin hablen del empleo como el bien mayor de una sociedad y que las ansias de los políticos hayan perdido trascendencia… Las familias se han vuelto a reunir y todos oramos por la salud de los más viejos.
 
Pero el futuro inmediato se anticipa mucho menos contemplativo. Habrá países como Ecuador, cuya economía difícilmente amortiguará el frenazo al que la pandemia le ha condenado. Sin ahorros, endeudados hasta los ojos de la cara, con el petróleo por los suelos, una crisis fiscal arrastrada por años, con reformas urgentes aplazadas y unas cargas asumidas por el Estado que se han vuelto insoportables, el coronavirus puede ser implacable.
 
Si la Cámara de Comercio de Quito advierte que los 12 días del paro de octubre costaron al país 821 millones de dólares (319 al sector público y 502 al privado), no es difícil ponderar una pérdida mucho mayor con solo cinco meses de diferencia.
 
Cuando la emergencia se supere, el Estado pedirá comprensión y contribución a los ciudadanos. Estos demandarán ayuda, alivios y protección y las empresas necesitarán incentivos para reactivarse. Pero esta vez, al Gobierno, al sector productivo y a la sociedad se le hará más difícil hacer nuevos renunciamientos.
 
A quienes juraban que las elecciones de 2021 estarían marcadas por las movilizaciones indígenas, el pretendido paquetazo y la violencia desbordada del año pasado, es muy probable que la tortilla se les vire. Y que la reconstrucción de este país, quebrado en lo social y golpeado en su economía, demande un debate más civilizado.
 
Duele que quienes hoy exigen un Estado que garantice la salud del pueblo, evocando los años de la década ganada, sean incapaces de admitir que también despilfarraron miles de millones en obras faraónicas, cultos a la personalidad y corruptelas, al punto de dejarle al Ecuador sin un centavo de contingente. O que quienes pretenden recortar y ajustar el gasto público hasta su mínima expresión, no admitan que sin la protección del Estado, la sociedad queda desvalida y mucho más crispada.
 
Ecuador saldrá de su cuarentena si el virus está bajo control. Y cuando retornemos a nuestras oficinas, escuelas y calles lo hagamos con la urgencia de sentar un nuevo pacto social por la resiliencia, caso contrario nos esperarán más días de sufrimiento e incertidumbre.