¿Otro año perdido?

Carlos Rojas Araujo

POR CARLOS ROJAS ARAUJO
 
¿Qué podemos esperar del cuarto año del gobierno de Moreno? Quizás el esfuerzo mayor porque el país resista la depresión económica y los ciclos de la pandemia; esperando a que no se rompan las más elementales normas de convivencia democrática, en medio de un Estado quebrado en el que nada parece funcionar, a excepción de las mil cepas en las que muta la corrupción con tanto desparpajo.
 
Aun cuando la incertidumbre es absoluta, no hay tiempo ni ganas para escuchar promesas pasajeras. El Primer Mandatario, hoy más que nunca, debe cuidar su maltrecha palabra y reflejar en el 25 por ciento del poder que le queda, aspiraciones modestas y realizables.
 
Por la forma agónica en la que se aprobaron las recientes leyes económicas es fácil colegir que Carondelet se queda sin fuerza parlamentaria para proponer, discutir o persuadir.
 
Mientras los acuerdos laborales de la Ley Humanitaria definirán el marco de la supervivencia (cuyo éxito estará por verse), el Código de Finanzas permitirá al Régimen profundizar su trabajo casa adentro. Ante la caída de los tributos (12 por ciento), de las rentas petroleras (89 por ciento) y a que las concesiones previstas ya no llegarán, la única salida es el ajuste presupuestario que costará lágrimas al país. Si la gestión comunicativa no brilla en esta faceta, el llanto será mayor. Moreno debe evitar que un nuevo ‘veto player’, como ocurrió con la Corte Constitucional en el recorte a las universidades, torpedee la agenda más importante de su mandato.
 
Ecuador no puede vivir solamente del financiamiento externo si su gasto irracional y distorsionado se mantiene. En ese sentido, este cuarto año de mandato puede ser histórico y positivo si Moreno y su equipo se inmolan por el saneamiento de las finanzas.
 
Claro que los tijeretazos nunca generan adhesiones y menos si no se trabaja en la transparencia. Cuando Moreno y su mesa chica vieron que la pandemia podría justificar y relativizar los grandes yerros de su gestión económica y administrativa, comienzan a estallar como minas antipersonales las denuncias de negociados y sobreprecios, golpeando a importantes alfiles: Paúl Granda, Alexandra Ocles, Daniel Mendoza… Es así como el nuevo debate sobre la corrupción demostró que el morenismo no atacó las estructuras correístas en el Estado, pese a que tanto las cuestionó. Por eso el remplazo de los correístas caídos en desgracia se llena con otros de la misma línea como Rommel Salazar o quizá Gustavo Baroja.
 
La crisis de identidad en la Presidencia es profunda y peligrosa. Los meses que le quedan en el poder no pueden ser interpretados como el cierre de una comedia que empezó en agosto de 2017 (mes de la ruptura con el exvicepresidente Jorge Glas) para acercarse en mayo de 2020 al mismo punto de partida.
 
La determinación que María Paula Romo anuncia en los medios, quizás motivada por la gestión del ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, de enfocarse en la lucha interna contra la corrupción en la administración de los hospitales, es una magnífica oportunidad para salvar los muebles de un gobierno que el próximo año entregará el poder a un presidente del que hoy no tenemos la más remota idea de quién será.