Nebot contra Nebot

Carlos Rojas Araujo

Por: Carlos Rojas Araujo
 
El líder del Partido Social Cristiano debe tomar la decisión más importante de su vida política: correr por la Presidencia de la República, para ganar o perder; o decir que no y arriesgarse a que su partido y su ideología de la prosperidad se devalúen en el mediano plazo.
 
Cualquiera de estos escenarios supone para Nebot un gran sacrificio que trasciende su comprensible dilema familiar. Si se postula y gana tendrá que gobernar con pragmatismo, responsabilidad y elevados costos políticos, pues el dirigente más experimentado del país, sobreviviente de la partidocracia y el correísmo, debe tomar las decisiones correctas para sacar al país del estancamiento político y económico. Lo contrario sería la improvisación, la demagogia y el oportunismo.
 
Aquí radica el primer problema para Nebot. Muchos de sus colaboradores sostienen que su líder no está para comprometer su popularidad en la adopción de medidas que lo desgasten. Por ejemplo, avanzar con el FMI, cortar subsidios o convivir –en todo el sentido democrático– con los adversarios de un tejido social más diverso y crítico al que él sirvió en Guayaquil desde 1984. Y lo más complejo, administrar un Estado central al que tanto reprocha, pero que con sus carencias e ineficiencias vela por 24 provincias.
 
Su reflexión, que se coló en las redes sociales –de forma deliberada o no–, en el sentido de que no podría lograr en Ecuador lo que ha hecho por su ciudad en 19 años, es un reconocimiento franco y honesto a que no es lo mismo ser alcalde que presidente. Sobre el segundo escenario se ha comentado hasta el cansancio. Es decir, que un líder de su dimensión no está dispuesto a perder una final como en 1992 y 1996 y menos como consecuencia de un país inmaduro y fraccionado.
 
Para evitarse ese golpe político, la otra opción es la del no definitivo. Así lo han asegurado, hasta el cierre de esta columna, voces que conocen a Nebot. El problema es que este escenario tampoco es el ideal. El PSC tendría otro candidato presidencial y quizás con ello pueda llevar 10, 15 o 20 legisladores a la Asamblea, creyendo que así el partido gravitará en las decisiones nacionales.
 
Esa es una lectura arriesgada. Desde 1992, cuando el PSC se afincó en el parlamento, León Febres-Cordero, por ocho años, y Nebot, después, comandaron la Alcaldía de Guayaquil y la volvieron políticamente fuerte. Pero si Nebot no es candidato ni presidente, su influencia perderá vigor, pues Cynthia Viteri forja una administración con un estilo distinto, frente a una ciudad que 30 años después del boom socialcristiano quizás se replantee nuevos horizontes.
 
Ante esa realidad, el peso que proyectaba esta bancada dirimente puede relativizarse con la llegada del nuevo gobierno.
 
La estrategia de los apoyos iniciales del PSC, para luego abandonarlos como ocurrió con Sixto, Alarcón, Mahuad, Noboa, Gutiérrez y Moreno, también se ha desgastado. Por lo tanto, si Nebot quiere mantener su peso político sin ser candidato, tendrá que pensar en serio en una plataforma programática y electoral que le obligue a mirar al país y al próximo presidente con absoluto desprendimiento.