Nebot, consulta y populismo

Carlos Rojas Araujo

POR CARLOS ROJAS ARAUJO

Detrás de la decisión del líder socialcristiano de no competir por la Presidencia de la República -ni para ningún otro cargo público- se cifra un alarmante mensaje de debilitamiento institucional. Tres argumentos explican esta lectura.

El primero tiene que ver con el hecho de que uno de los políticos mejor formados y experimentados del Ecuador no aceptara el reto más honroso de cualquier ciudadano: conducir los destinos de la patria desde la Primera Magistratura.

Luego viene la displicencia con la que Nebot se refirió -quizás con razones de sobra- al quehacer político nacional, al considerarlo “repugnante”. Finalmente está la posibilidad de que su proyecto de consulta popular se convierta en un peligroso mecanismo de presión para las próximas autoridades. 

Jaime Nebot advierte que vendrán enormes dificultades para construir gobernabilidad y acuerdos políticos, a menos que gobierno y Asamblea comulguen al dedillo con su agenda de prosperidad.

Salvo contadas excepciones, como Guillermo Lasso, muchos sectores anticipan que la carrera presidencial se nutrirá de candidatos improvisados, bullangueros y sin recorrido público, para que como ocurrió con Quito en 2019 o en los comicios de 2002, con Lucio Gutiérrez y Álvaro Noboa, un puñado de votos apenas superior al 20 por ciento marque la segunda vuelta y el destino del Ecuador. Hay que admitir y lamentar que la papeleta se queda sin un líder indiscutible y de primer orden para debatir lo urgente y lo de fondo, y para darle a Carondelet el peso y la importancia que tanto necesita.

Ante la realidad de una Asamblea fraccionada en mil pedazos, los votos del PSC, como ocurrió entre 1992 y 2007 o durante el morenismo, serán los que salven o hundan a un gobernante debilitado. Para revestirse de más poder y legitimidad está la carta de la consulta popular.

En este punto, el perfil de Nebot adquiere otras proporciones. En su despedida electoral invalidó el sano papel de intermediación que las instituciones cumplen en una democracia, para depositar en el ‘pueblo’ -¡qué difusa categoría!- la responsabilidad de imponer la agenda gubernamental. No serán pocos los sociólogos y politólogos que ubiquen al experimentado dirigente guayaquileño, con 36 años de servicio público, en la esfera del populismo, pues su discurso exacerba la confrontación entre pobres y élites gobernantes. Si bien para Nebot las oligarquías no son las enemigas, las culpas recaen sobre quienes han administrado el Estado central, trayendo hambre, atraso y frustración.     

Con este ambiente de fracaso nacional, su proyecto de consulta abrirá el camino para que “el pueblo llegue por primera vez al poder… pasando por encima de los políticos, los partidos, cualquier presidente o funcionario local”.

Nebot se encargará, por tanto, de validar los votos buenos y legítimos de su proyecto y de sus colectivos ciudadanos frente a los votos malos que, irremediablemente, pondrán presidente y legisladores en febrero próximo. El país puede entrar entonces en una espiral de inestabilidad y choque de poderes, en donde quizás su figura emule la de Velasco Ibarra de 1944, el año de La Gloriosa.