Moreno, en la recta final

Carlos Rojas Araujo

El gobierno de Lenín Moreno empezó al revés. Llegó a Carondelet, se enganchó con los temas urgentes del país y marcó el compás de la política. Se divorció de Correa, denunció su disoluta gestión económica y lideró una consulta popular para corregir las distorsiones del modelo totalitario. La agenda le funcionó, proyectándose como un presidente efectivo.
 
Hoy, Moreno luce sombrío y su gobierno, desorientado; tanto que debe recurrir a un comunicado para señalar que es él, y no algún amigo-asesor, quien toma las decisiones y marca el rumbo de la administración.
 
El cambio es paradójico, pues son los años los que dan experiencia y no al revés. Si Moreno proyectaba fuerza y certezas, ahora abundan las dudas. ¿Qué pasó en estos meses? La historia se ha contado mil veces: manejó con displicencia los secuestros en la frontera; puso demasiadas esperanzas en un proyecto de transición anclado en la respetabilidad de Julio César Trujillo y vinieron las medidas económicas.
 
Los eruditos de la conveniencia política advierten que es el ajuste ‘per se’ lo que pasó factura a Moreno, abriendo así un peligroso incentivo en la venidera campaña electoral, donde todo lo que suene a orden fiscal no debe ser abordado.
 
Sin embargo, el problema del Régimen ha sido su falta de claridad en cómo abordar la cuestión económica. Por eso el pueblo se extravió y ante acciones sorpresivas, por más necesarias que fueran, vinieron las protestas, el descontrol y el oportunismo.
 
Han pasado casi cuatro meses desde los hechos de octubre y el Gobierno no se sobrepone. No se sabe si la eliminación de los subsidios a los combustibles debe ser o no un tópico de discusión nacional. No hay un solo balance político, desde la versión oficial, que denuncie al mundo cómo el diálogo, que detuvo la protesta, devino en una pantomima. ¿No cabe responsabilizar de su fracaso al delegado de la ONU?
 
Se enredan en una agria pelea por el informe de la CIDH, debilitando el carácter democrático que Moreno proyectó el día de su asunción, mientras lo fundamental, que es el ordenamiento legal y administrativo  del Estado, se detiene por cualquier novedad.
 
Carondelet ha perdido batallas legislativas por falta de mayoría y por la ruptura con el PSC. Pero también por errores propios, como el mal manejo del veto a las reformas electorales.
 
Los políticos, muchos de ellos con el dogal de la Justicia en sus cuellos, cuentan las horas para las elecciones; pero el año que está por delante no se puede desperdiciar con autogoles como la incómoda aclaratoria entre el embajador Francisco Carrión y el secretario Juan Sebastián Roldán.
 
La agenda política no se construye con intervenciones grandilocuentes en la prensa, si detrás de ellas no hay estrategia. No es el momento para ganarse críticas innecesarias, como el proyecto de Iván Granda para elevar las pensiones de los hijos hasta los 24 años, pues el problema del país no es hoy el acceso a la universidad –así lo dicen las cifras–, sino la falta de empleo.
 
Moreno no tiene que aclararle al país si la mesa chica toma o no las decisiones, sino saber si esta le funciona. Las depuraciones siempre son oportunas, así el Gobierno sienta que con ellas se puede ahondar su orfandad.