La guerra está perdida

Carlos Rojas Araujo

No es el enfrentamiento del Estado con el narcotráfico, a pesar de que las muertes violentas se reportan a diario y con mayor salvajismo. En las páginas de este episodio tan triste que vive Ecuador están miles de familias sometidas a la delincuencia y al negocio de las drogas porque no tienen oportunidades de estudiar ni trabajar en la legalidad, con una mirada de progreso.

De todas maneras, siempre habrá esperanza para las víctimas de la exclusión si es que creemos aún que las instituciones, el poder público, la empresa privada y los sectores sociales pueden sentar un pacto que las rescate del abandono.

La guerra que parece perdida se libra en otros flancos. Dentro del propio Estado, cuyo nivel de corrupción y pérdida de amor propio ha tocado fibras sorprendentes. No hay una pizca de patriotismo dirían nuestros ancianos, a la hora de explicar lo que nos sucede.

Un ejemplo doloroso. El operativo contra la minería ilegal en Yutzupino (Napo) mostró la destrucción ambiental por la extracción del oro, sin protocolos técnicos, y que quienes debieron evitar semejante daño ecológico y perjuicio económico, lucraban de ello.

Jueces y fiscales demoraron, deliberadamente, la autorización de los operativos. Policías y militares burlaron los servicios de inteligencia para alertar a los mineros que la incursión estatal estaba por llegar.

Autoridades municipales y parroquiales, muchas de ellas elegidas en las urnas, hoy fingen idiocia, cuando hay hasta camionetas de sus GAD metidas en el lodazal al que convirtieron la selva para pescar todo el oro que les era posible.

Un centenar de excavadoras destruyeron el río Jatunyacu. Sí, grupos ilegales financiaban el pavoroso extractivismo, pero también empresarios. El ministro de Energía, Juan Carlos Bermeo, deberá tener el liderazgo y la convicción para determinar si en la Agencia de Regulación y Control de Energía también hay corrupción para que el Estado sepa con quién cuenta en esta batalla.

Y qué decir de los grupos políticos de esa zona. Sí, aquellos que hace meses fueron filmados sugiriendo a sus bases y electores que, si roban, lo hagan bien. Para ellos es más urgente tumbarse a la Ministra de Gobierno vía juicio político en la Asamblea, que apoyarla para que su cruzada contra la minería ilegal tenga éxito.

En general, la clase política ha desarrollado niveles tan sorprendentes de abstracción frente a los problemas nacionales, que ya ni siquiera les avergüenza que la opinión pública dejara de tomarlos en cuenta. ¿Qué ha dicho Yaku Pérez de todo esto?

Desidia similar desarrollaron también los grupos ambientalistas, que prefieren protestar en la ciudad de Quito cuando la política está de por medio, que ir a esa zona de la selva y elevar un grito de indignación. Parece que lo único que les mueve es frenar la minería formal y sujeta de control. En todo caso, el país no tendría por qué bajar sus brazos ante el asedio del narcotráfico o la minería ilegal si es cuestión de ganar esas batallas. Pero hay que admitir que mientras en el Estado se incube la corrupción y se aliente todo tipo de mafias (las del IESS son un ejemplo), todo estará perdido. ¿Por dónde comenzamos?