¿La clase media pondrá presidente?

Carlos Rojas Araujo

POR CARLOS ROJAS ARAUJO
 
En estos largos meses de empobrecimiento resulta pertinente preguntarnos cuánto espacio tiene la clase media en la discusión de lo político y hasta qué punto sus aspiraciones requieren de un músculo electoral fuerte que cambie, en las urnas, la historia de este país.
 
Si las cifras del Banco Mundial advierten que la pobreza en Ecuador pudo haber cerrado, en 2020, en un 35 por ciento y la pobreza extrema, en cerca del 15 por ciento, entonces hay medio país sumido en la carestía. Lo cual hace comprensible que en esta campaña, los candidatos a la Presidencia hablen de luchar contra el hambre, prometan multiplicar el empleo y, en los casos más extremos, quieran regalar plata en la primera semana de gobierno.
 
Ecuador ha sido un país al que con facilidad le seduce la demagogia, advierten analistas y consultores políticos contemporáneos. Y bajo esa premisa, creen que quienes aspiran al poder, deben construir un discurso que los conecte en el campo de lo simbólico, donde la lucha por los pobres se convierte en la piedra angular.
 
Sin embargo, no siempre los pobres han puesto presidente en el Ecuador. En 1979, Jaime Roldós pasó de tener el voto de un partido de raigambre popular como el CFP, en primera vuelta, para llegar a la Presidencia con el 68,4 por ciento del electorado. Es claro que los estratos medios se volcaron por su carisma y liderazgo. Esta clase social también puso presidente en dos elecciones sucesivas con Rodrigo Borja (1988) y Sixto Durán-Ballén (1992). Tras el fracaso de Abdalá Bucaram y la fuerza de los pobres, Jamil Mahuad (1998) se convirtió no solo en el candidato de los estratos medios, sino que su caída también significó el agotamiento de esa representación política, a través de un sistema de partidos creado por y para este sector de la sociedad.
 
Y sí, fue la clase media la que votó por Rafael Correa en 2006. Su apoyo contundente en esa segunda vuelta eclipsó para siempre al populismo que, en ese momento, Álvaro Noboa y Lucio Gutiérrez habían heredado de Bucaram.
 
No fue sino hasta las elecciones seccionales de 2014 que las clases medias (sobre todo quiteñas y cuencanas) rompieron con Correa por su autoritarismo, corrupción y dispendio de los dineros públicos. En adelante, su proyecto político se acuarteló en los sectores más pobres, con un desbordante discurso de confrontación y enemistad y con políticas asistencialistas profundizadas. Moreno fue un presidente elegido, precisamente, por las clases populares. Cuatro años después, Andrés Arauz busca otro triunfo para el correísmo desde las promesas a los más pobres.
 
Lo complejo de este Ecuador es que no hay una, sino varias clases medias que hoy no tienen una representación política consolidada, como ocurrió con el ‘sixtismo’, la ID y la DP.
 
De todas esas clases medias, existe una en ascenso y muy frágil que ha vuelto a ser pobre por la crisis y en donde quizás se ubiquen los votos decisivos de la segunda vuelta. Es esa clase que evoca sus recientes años de bonanza, pero que también sabe que un país crece por cuenta del empleo y las reglas coherentes de una política económica que ya no está para experimentos ni promesas fáciles. El candidato (Arauz, Lasso o Yaku) que la entusiasme será presidente.