Excesiva parsimonia

Carlos Rojas Araujo

Al Gobierno debiera preocuparle esa sensación de indiferencia que su gestión proyecta en la ciudadanía a medida que transcurren las semanas. Sin mucho con qué sorprender, el inicio de este segundo año de mandato no ha significado el golpe de timón que el presidente Guillermo Lasso ofreció dar el 24 de mayo o el compromiso de hacer los correctivos de fondo, luego del demoledor paro de junio. Es como si se hubiera perdido el sentido de la urgencia.

Bajo un enfoque utilitario de la política y la gestión administrativa, no es una infidencia señalar que los colaboradores más cercanos del Mandatario aseguran que a la gente común poco le interesa saber cómo se comportan las instituciones o los acuerdos que hacen los políticos para sobrellevar el poder.

Pues lo importante es mejorar sus condiciones de vida con trabajo, obra pública y asistencia social. En suma, la fórmula que Jaime Durán Barba y Jaime Nebot han reivindicado en los últimos años.

El problema con este enfoque es que el presidente Lasso tampoco ha logrado aceitar la maquinaria de su administración pública bajo este propósito, por lo que las personas sienten que poco se está haciendo por ellas.

La entrega de cédulas y pasaportes no termina de normalizarse. Y mientras el Ministerio de Salud finalmente avanzó en la primera etapa de la externalización de las farmacias, la atención integral en el IESS genera molestia y desgaste.

Los resultados de la política de seguridad son mucho más delicados de abordar, por la complejidad de esta guerra transnacional con el narcotráfico. Sin embargo, queda la sensación de que el principal problema del Régimen no es la gravedad de los conflictos a resolver, sino la excesiva parsimonia con la que los enfrenta.

Es como si Lasso contara con todo el tiempo del mundo, la paciencia de la población y la garantía de estabilidad de las ‘sólidas’ instituciones ecuatorianas, para que su gestión, en algún momento, arroje resultados esperanzadores.

Preocupa que, con el paso de las semanas, el relato de Carondelet se vuelva marginal en el debate público. El correísmo gobierna desde la Asamblea, los indígenas desde las mesas de diálogo y el PSC desde la Alcaldía de Guayaquil. Sus agendas, tan egoístas como oscuras e irresponsables, se imponen en la discusión nacional mientras que el país tiene que adivinar hacia dónde nos conduce el Mandatario y sobre la base de qué derroteros desarrollar la economía y la democracia, pues en menos de 10 meses, Ecuador ha caído en un alarmante pesimismo.

De poco nos pueden entusiasmar las cifras del Ministerio de Economía, sobre el ligero aumento del empleo, si el Gobierno no explica por qué el riesgo país no cede a pesar de su modelo de apertura o por qué ya no debe esperanzarnos la llegada de un acuerdo comercial siempre sujeto al capricho de los mexicanos. El presidente Lasso está avocado a marcar, quizás por primera vez, la agenda política del Ecuador bajo un discurso que convoque y se imponga al de sus opositores. Que cifre el compromiso por liderar un gobierno ágil y diferente pero, sobre todo, consciente de que si se siguen perdiendo batallas en la Legislatura, el Consejo de Participación o en el perverso reacomodo de la justicia -como ya ha empezado a suceder-, quedará muy poco qué contar.