¡Esa clase política...!

Carlos Rojas Araujo

Para bien o para mal, el Gobierno tomó la decisión económica más importante de la década. Cortó de un tajo la dependencia eterna del país al subsidio de los combustibles, foco de la distorsión de unas cuentas fiscales diluidas en el clientelismo y el despilfarro.
 
Sin embargo, la clase política demostró no estar lista para este baño de realidad. Su falta de franqueza desencadenó el bloqueo, postergando como siempre el análisis sobre lo importante.
 
El presidente Moreno es el gran responsable por su constante indefinición económica. Perdió casi el 60 por ciento de su mandato en soluciones parche, siguió en la senda del endeudamiento y cuando optó por liberar el precio del diésel y las gasolinas, la medida sonó más a desesperación que a una convincente política de Estado.
 
El vicepresidente Sonnenholzner lidera un diálogo nacional poco útil. Ni bien rigió el decreto presidencial, los transportistas hicieron su mejor papel de ‘veto players’, cercaron el país y desafiaron la autoridad del Régimen. ¿Para qué sirvió ese espacio de consenso?
 
El aire fresco que el segundo mandatario aportaba al Gobierno se desvaneció desde los días del paro en el Carchi, una provincia que estuvo a punto de colapsar por la forma distante con la que Sonnenholzner interpretó su crisis económica. Y la falta de una estrategia política ordenada puso a María Paula Romo a administrar el aparato policial para reprimir los desmanes en lugar de empujar una negociación eficiente. ¿Alguien sabe qué propone César Litardo?
 
Sorprendió la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, quien en las horas más complejas de la reacción en las calles, optó por el discurso demagogo del gobierno cruel y el paquetazo. Su liderazgo y el de Jaime Nebot están a prueba a la hora de encarar el debate urgente sobre el paternalismo estatal que volvió intocable al poderoso sector del transporte, aliado correísta y poco autocrítico cuando de asumir su pésimo y peligroso servicio se trata. ¿Todo vale en época preelectoral?
 
El alcalde de Quito, Jorge Yunda, prefiere no hablar de política, pero muñequea en ella. Le preocupa que el Gobierno tirase abajo la negociación de las tarifas urbanas con sus grandes aliados, porque contaba con el subsidio del Estado. Ha sido muy tibio al condenar el vandalismo y ahora tendrá que decirle a los capitalinos si es políticamente correcto que la influyente familia Yánez maneje el proyecto del Metro, cuando los buseros y taxistas, por defender su negocio, optan por la violencia y el ‘cargamontón’.
 
Y qué decir del correísmo. En su gobierno nunca hubo límites para procesar por sedición y golpismo a cualquier manifestante, pero ahora quieren tumbar a Moreno desde todas las trincheras. Si el expresidente, en 10 años, quitaba un centavo mensual al subsidio de los combustibles, la realidad económica sería otra. Hubiese menos endeudamiento en el fisco y mayor sinceridad en las calles. Las izquierdas (indígenas, sindicatos, ambientalistas…) demostraron una vez más que piensan tal cual lo hace el correísmo, su peor verdugo.
 
Guillermo Lasso pide coherencia y debate. Lástima que su llamado al consenso se diluya por su apresurado anuncio de ser candidato presidencial.