Democracia para 'dummies' sudamericanos

Carlos Rojas Araujo

En América del Sur, todos somos iguales ante la ley. No importa si se predica el Socialismo del Siglo XXI o se insiste en que el liberalismo económico es el mejor modelo para reducir la pobreza y la desigualdad.
 
Bajo esta primera regla es más fácil hilar análisis constructivos, para que sectores como la Conaie, que gestaron el golpe de Estado contra Jamil Mahuad, no rechacen 20 años después, con evidente desparpajo, el retiro del respaldo militar al presidente boliviano Evo Morales. Tumbarse a un mandatario del eje bolivariano no es más antidemocrático que pedir al Ejército ecuatoriano, con insultos chocantes y discriminatorios, desconocer al presidente Lenín Moreno durante el paro de octubre.
 
Para hablar de golpe de Estado hay que tener honestidad intelectual, pues desconocer los resultados del plebiscito de 2016 que prohibió a Morales eternizarse en el poder, validar su candidatura desde los recovecos del poder absoluto y hacerse ganar mediante fraude electoral es otra forma de destruir el Estado de derecho. Da lo mismo si es un presidente indígena o el representante de la más rancia oligarquía. ¿Queda claro que la reelección indefinida es la peor tara de una democracia?
 
Resulta incoherente enaltecer la movilización de la sociedad chilena y hacernos los locos con los años de protesta y represión que vive Venezuela. Y para que la reflexión sea más sesuda, vale discutir con serenidad los resultados de 40 años de neoliberalismo chileno frente a los 21 de socialismo venezolano.
 
En democracia, los ciudadanos tenemos derechos, pero también responsabilidades. Por eso, los debates urgentes no se eluden, al estilo de Jaime Vargas, relativizando declaraciones o expulsando asesores de menor nivel, cuando lo de fondo es hablar con frontalidad, transparencia y apertura sobre la estrategia política que busca, con toda legitimidad, el reencuentro indígena con el correísmo.
 
Cabe celebrar triunfos políticos como la derogatoria de un decreto presidencial, pero también enfrentar a la Justicia que imparte el Estado, por los excesos y la inusitada violencia que se usaron para ese fin. La interculturalidad es un principio demasiado importante como para que se devalúe siendo el gran pretexto de la impunidad.
 
Un presidente serio y responsable debe cumplir el plan de gobierno por el que la gente votó. Divagar e improvisar, sobre todo en economía, tiene consecuencias nefastas en mercados, inversionistas, empresarios y familias. La suma de errores del morenismo es apabullante.
 
Si la sociedad se radicaliza, la prensa debe tender hacia el equilibrio. El buen oficio no pasa por militar a favor de un determinado sector social o político, sino por mirar de forma crítica sus acuerdos, actuaciones y amenazas.
 
Para tener una mejor democracia hay que empezar por elegir buenos candidatos. Está demostrado que el ‘show’ que los vuelve famosos en las tarimas sirve de poco cuando se necesita gente preparada para ocupar una curul en la Asamblea. Así no habrá que quejarse por los oportunistas que no sesionan durante los paros o encaraman sus campañas electorales sobre la base del bloqueo. Bolivia, en este momento tan delicado, ha demostrado que del seno legislativo puede emerger el más rocambolesco interinazgo.