¿Consenso para desdolarizar?

Carlos Rojas Araujo

POR CARLOS ROJAS ARAUJO
 
Ecuador necesitará mucho más que la vacuna contra el coronavirus para tener un 2021 provechoso. La población se aferra a la rapidez con la que la ciencia ha enfrentado la pandemia, anhelando que el sistema de Salud Pública, esta vez, no le falle el momento de distribuir este milagro, pues de él depende que la reconstrucción comience pronto.
 
Es bueno que algo despierte esperanza colectiva, porque de ahí emergen los consensos que nos posibilitan hacer frente al desastroso panorama económico que nos acompaña. El analista Andrés Albuja Batallas habla de un 2020 que cierra con una caída en su PIB del 13 por ciento y del 20 por ciento en la recaudación de los principales tributos. Hay menos ingresos petroleros y un 70 por ciento de desempleo y subempleo. Ecuador tiene una mayor pobreza multidimensional y deuda pública. 
 
El problema es que detrás de una buena gestión en la salud o en la economía está la política que hoy luce destruida, pese a que en pocas semanas se renovarán las autoridades nacionales. 
 
No es cuestión de reprochar a 16 o 17 políticos por querer llegar a la Presidencia sin un mensaje de desprendimiento o que en medio de tanto ruido sea imposible sentar un debate sobre las agendas que se necesitan. Peor aún, cuando el irrespeto se ha generalizado al punto de que ni siquiera existen autoridades electorales confiables, porque su papel de árbitros y jueces se ha confundido con el de lobistas de políticos poderosos que quieren entrar en las elecciones por la ventana. 
 
Mientras el país se despista por la desorganización de los próximos comicios y hay apatía de votar por miedo a contagiarse en los recintos electorales, los candidatos han comenzado, sin darse cuenta, a tejer un preocupante consenso sobre la desdolarización.
 
La demagogia es el principal combustible. La renta básica universal, pagada con dinero electrónico, no es su única amenaza. Yaku Pérez y Ximena Peña defienden este concepto, sin tener claro cómo lo financiarán. Andrés Arauz ofrece salarios de mil dólares a un millón de familias. Es decir mil millones de dólares que saldrán del Estado en la tercera semana de mayo.
 
Hay candidatos opuestos a la explotación minera, cuyos recursos difícilmente serán reemplazados por el turismo o una actividad agroindustrial que necesitan confianza e
inversión privada. 
 
Casi todos los candidatos han tomado distancia de la receta que el FMI y el gobierno de Moreno definieron para el programa económico. Es decir, vuelve la incertidumbre en un país
donde los prefectos se paralizan por la falta de recursos y los alcaldes demandan al Ejecutivo por la devolución del IVA. Qué decir de la enorme presión fiscal para atender la salud y evitar que el IESS se quede sin jubilaciones.
 
Los candidatos que apuestan por la dolarización tienen que decir con claridad que las chequeras ya no tienen fondos y que las promesas de abundantes recursos hoy, pueden poner
en riesgo la sostenibilidad del modelo monetario, el 24 de mayo.
 
Mientras el duro diagnóstico de nuestra economía requiere planes de avanzada, el debate electoral retrocede 20 años. No se trata de lanzar alegorías a favor de la dolarización, sino de defenderla con descarnada sinceridad y un programa económico claro.