El comportamiento de tu mascota no depende de su raza

Decir que los perros, como los rottweilers y pitbulls son agresivos, o que los labradores y golden retrievers son súper amistosos es faltar a la verdad.
Christian Kalil Carter

El entrenamiento, la educación y la socialización son los que forman el carácter de los perros. Esta es la conclusión de un análisis publicado por Medical & Science Journal, que desmiente una creencia popular. Así, estereotipos muy conocidos sobre el comportamiento de los perros, como que los rottweilers y pitbulls son agresivos, o que los labradores y golden retrievers son súper amistosos, son desmentidos por este nuevo estudio sobre su conducta.

De acuerdo a la investigación genética publicada en la revista Medical & Science Journal en la que se analizaron 200.000 cuestionarios hechos a personas con mascotas, entre nueve ciudades de Europa y Estados Unidos, se demuestra que suponer que la raza y el carácter están ligados es solo infundado. Sin duda, muchos rasgos de carácter pueden ser hereditarios, pero el concepto moderno de raza ofrece sólo una parcial predicción para la mayor parte de los comportamientos.

VARIANTES GENÉTICAS

“Mientras la genética juega un rol en la personalidad de cualquier perro, su raza específica no es un buen indicador de dichos rasgos”, expone la neuróloga Eleonor Karlson, autora del estudio hecho por la universidad médica UMass Chain, el instituto Broad y la universidad de Harvard. "Lo que encontramos es que los criterios que definen a un golden retriever son sus características físicas, la forma de sus orejas, el color y calidad de su pelaje, su tamaño, y no si es amistoso", agregó la científica.

La líder del estudio, la médica veterinaria, Kate Morris, explicó que el equipo investigador secuenció el ADN de 2.155 animales mixtos y de raza pura con el fin de encontrar variantes genéticas comunes que podrían predecir su comportamiento y combinaron esta información con las respuestas a entrevistas hechas a 18.385 propietarios de mascotas. Debido a que los estereotipos existentes son muy poderosos, los investigadores diseñaron cuestionarios y establecieron definiciones estándar para reportar rasgos como la obediencia, la sociabilidad con humanos (que tan cómodos están con las personas, incluyendo extraños), y patrones de conducta relacionados con juguetes (que tan interesados se muestran). Los rasgos físicos y estéticos también formaron parte del estudio.

NO A LAS SUPOSICIONES GENERALIZADAS

En total, Karlson y Morris encontraron 11 puntos del genoma canino asociados con diferencias de comportamiento, incluyendo la obediencia, la devolución de objetos, señalar algo buscado y los aullidos. Entre estos comportamientos, la raza jugó un cierto rol; por ejemplo, a pesar de que los labradores tenían una tendencia más baja a aullar, un 8% lo hacía. O mientras que el 90 por ciento de los galgos no enterraban sus juguetes, un 3% lo hacía frecuentemente. Sobre todo, la raza explicaba solo el 9% de las variantes de comportamiento, siendo la edad un mejor indicador de algunos rasgos, como el uso de juguetes.

Así el descubrimiento va en contra de las suposiciones generalizadas que han influenciado leyes jurídicas. Por ejemplo, en Reino Unido están prohibidos los pit bull terriers, al igual que algunas ciudades de Estados Unidos. Antes del siglo XIX, los perros eran seleccionados por sus roles funcionales como la caza, la guardia, y el pastoreo, afirma el equipo investigador en su estudio. "En cambio, las razas modernas de perros ponen el énfasis en ideales físicos y la pureza del linaje; es una invención victoriana", afirma el documento. El siguiente paso, asegura Morris, será indagar más en los comportamientos compulsivos de los perros, y sus conexiones con los desórdenes obsesivo-compulsivos de los humanos. Un hallazgo intrigante es que la sociabilidad de los perros hacia los humanos es innatamente heredada en ellos, incluso sin depender de su raza.

Para concluir los investigadores expusieron un punto del DNA canino que podría explicar el 4% por ciento de las diferencias de sociabilidad entre diferentes especies, mismo punto que corresponde a un área del genoma humano responsable de la formación de la memoria de largo plazo. “Podría ser que entendiendo la sociabilidad de los perros con humanos logremos entender más cómo el cerebro se desarrolla y aprende. Así que solo estamos rascando la superficie”, finalizó Morris.