Reseña | ‘El Sobreviviente’: Una nueva adaptación de la obra de Stephen King

El sobreviviente mezcla acción trepidante, sátira y denuncia social en un relato que, a pesar de haber sido escrito en 1987, conserva una inquietante actualidad.

Imagen que muestra al actor Glen Powell interpretando a Ben Richards.
Jorge Tigrero

‘El sobreviviente’ se presenta como una película de acción con tintes distópicos que se desarrolla en un futuro donde los medios han logrado acaparar no solo la atención del público, sino también su manera de interpretar la realidad.

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La película se basa en una novela que apareció firmada bajo el seudónimo Richard Bachman, utilizado por el gran Stephen King. Esta obra propone un relato más sombrío y crítico, donde la violencia televisiva y el control estatal son mecanismos que deshumanizan a los participantes de un juego mortal transmitido para toda la nación.

Esta película tiene un factor especial: es una nueva adaptación. En 1987, Arnold Schwarzenegger encabezó una versión entretenida, uno de esos clásicos que siempre pasaban en los canales nacionales; ahora tenemos la versión dirigida por Edgar Wright y protagonizada por Glen Powell.

La trama aborda a un hombre forzado a participar en una competencia televisiva donde debe escapar o morir; pero la adapta con un tono mucho más explosivo y cercano al cine de acción. Aunque mantiene la idea de la manipulación mediática, se distancia considerablemente del espíritu más crudo y desesperanzado del libro.

La obra literaria es más introspectiva y muestra un mundo desgarrado por la desigualdad, mientras que la cinta transforma esa base en una propuesta más orientada al espectáculo, agregando humor, ironía y la figura del héroe invulnerable típica del cine ochentero. En este sentido, la película funciona más como una reinterpretación libre que como una adaptación fiel, construyendo su propio lenguaje visual y narrativo.

En cuanto a su construcción visual, ‘El sobreviviente’ combina elementos de ciencia ficción con una estética marcada por detalles urbanos desgastados, grandes espacios industriales y una fuerte presencia de luces y pantallas.

Este diseño refuerza la sensación de un sistema que todo lo ve y todo lo vigila. El set del programa televisivo, con sus zonas temáticas y su atmósfera de circo futurista, se convierte en un personaje más: un laberinto controlado donde los cazadores, los “stalkers”, quienes representan la versión extrema de celebridades violentas que gozan de culto popular.

Cada uno de ellos tiene una identidad llamativa y exagerada, casi caricaturesca, lo que permite a la película mezclar acción con sátira social.

La interpretación de Ben Richards destaca por su equilibrio entre fortaleza física y una indignación moral que crece a medida que descubre la profundidad de las mentiras oficiales.

Aunque la película está construida como un producto de entretenimiento cargado de adrenalina, consigue insertar momentos en los que el protagonista duda, reflexiona y confronta su propio papel dentro de un sistema diseñado para aplastar cualquier forma de disidencia. Esto abre un espacio para explorar un tema central: la lucha por preservar la humanidad cuando las instituciones han perdido cualquier rastro de ella.

La historia avanza con ritmo sostenido, combinando persecuciones, enfrentamientos y revelaciones que van desarmando la narrativa oficial promovida por el presentador del programa, quien actúa como el rostro amable de un sistema corrupto.

La confrontación entre Richards y esta figura televisiva simboliza el choque entre verdad y propaganda, entre la necesidad de controlar el relato y el deseo de liberarlo. La película no oculta su crítica hacia las estructuras autoritarias: muestra cómo la censura, la distorsión de imágenes y la repetición de mentiras pueden moldear la percepción del público.

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En conjunto, El sobreviviente mezcla acción trepidante, sátira y denuncia social en un relato que, a pesar de haber sido escrito en 1987, conserva una inquietante actualidad. La figura de Ben Richards emerge como un recordatorio de que incluso en los contextos más controlados siempre existe la posibilidad de resistir, cuestionar y desafiar al poder.

La película, lejos de ser solo un espectáculo de persecuciones y combates, propone una reflexión sobre el impacto que pueden tener los medios cuando se usan como instrumento de manipulación, y sobre la importancia de la verdad en tiempos dominados por la espectacularidad y la desinformación.