Los creadores de ‘Shaman: Entre Dios y el Diablo’ explican cómo el respeto a la cultura andina dio alma a la película

Elliot (Jett Klyne), el hijo de una misionera que junto a su familia se instala en una zona rural de los Andes, es poseído por una fuerza demoniaca ancestral.
Jorge Tigrero

Luego de realizar la reseña sobre el filme ‘Shaman: Entre Dios y el Diablo’, tuvimos la oportunidad de dialogar con Luiza Ricupero y Antonio Negret, productora y director del filme. Nos compartieron detalles sobre la producción, sus motivaciones, desafíos y perspectivas detrás de esta excelente película. A continuación, la entrevista:

¿Cómo abordaron el desafío de representar la identidad cultural andina sin caer en estereotipos y, al mismo tiempo, mantener la esencia del género de terror?

Antonio: Para nosotros fue importantísimo contar la historia de una forma que se sienta real. Para hacer esto, buscamos actores no solo de la región, sino que también hablaran kichwa y tuvieran sus propias experiencias, en específico, con el mundo de los chamanes. Por ejemplo, Humberto Morales, que interpreta al chamán, su tío realmente fue chamán. Entonces, conocía mucho de los rituales y tenía muchas historias. Se trabajó en conjunto con María de los Ángeles Palacios y Cristian Rojas, quienes fueron nuestros productores locales. Se conversó con más de 80 familias de la comunidad, era fundamental que sea una historia auténtica, una cuestión de respeto mutuo.

¿Qué los inspiró para apostar por una historia que combina fe, identidad y terror?, ¿hubo alguna experiencia o vivencia que detonó el deseo de llevar este proyecto a la pantalla?

Antonio: No había una sola experiencia, pero sí memorias y sentimientos de haber vivido en Ecuador. Junto con mi hermano, Daniel Negret, guionista de nuestra película, nos encantan las películas sobre posesiones y nunca habíamos visto una trama de exorcismo desde un punto de vista andino. Nos preguntamos: ¿qué pasaría si un demonio, una fuerza, una posesión es más antigua que la religión católica o la religión cristiana?, ¿qué pasaría en una historia así? De ahí vino la inspiración.

Candice, la protagonita del filme, es interpretada por la actriz canadiense Sarah Canning.

¿Cómo fue el trabajo de coordinar los efectos prácticos y naturales con las locaciones reales como el Chimborazo?, ¿cuáles fueron esos desafíos logísticos y humanos durante la producción?

Luiza: Logísticamente fue todo un reto porque estábamos a 6.000 metros de altura, pero también otros elementos como el fuerte viento y el frío. Estábamos a 40 minutos de Riobamba, no teníamos acceso a soluciones cercanas si es que pasaba algo. Todo eso causa una logística muy complicada, pero a la vez provoca que el equipo se convierta en una familia y esto se siente en la pantalla.

Antonio: Sí, cuidarse uno al otro, fue una experiencia muy especial porque nos unió a todos. Además, si vamos a contar esta historia, tenemos que ir al Chimborazo y mostrarle el debido respecto al Taita para capturar esa magia.

¿Qué aprendizajes les dejó todo el proceso en aspectos vinculados a la creación y producción?

Antonio: Mucha admiración por el talento ecuatoriano. Tuvimos una experiencia increíble con un equipo fantástico: nuestro director de fotografía, Daniel Andrade, los productores María de los Ángeles Palacios, Cristian Rojas, actores como Alejandro Fajardo, Mercy Lema, Humberto Morales, Segundo Fuérez; todos trajeron un nivel muy alto de técnica y de talento al proyecto. Además, tuvimos muchos actores que nunca habían actuado ni estado en una película. Personas de Pulinguí, de la comunidad, que estuvieron frente y detrás de cámara, se lanzaron con alma y corazón a la historia y eso me impactó muchísimo.

Luiza: Fue un intercambio cultural y profesional a varios niveles. Nosotros aprendimos con ellos. Todos nos abrazamos en el sentido que estábamos con el mismo objetivo, entender que sí se puede lograr algo más allá de lo que estamos acostumbrados, tanto en el género de terror como en el cine nacional.

Antonio: También el lado cultural y mágico, este lado espiritual que existe en la película nos dejó muy impactados, ver no solo los rituales y las maneras auténticas de la comunidad, el respeto que se le debe al Chimborazo. Antes de rodar le pedimos permiso como equipo. Nos habían dicho que a lo mejor no lo íbamos a ver, que a lo mejor estaría nublado y pues llegamos con mucho respeto, le pedimos permiso y nos dio dos semanas donde casi no había nubes y pudimos verlo. Aprendí mucho de ese respeto al mundo natural. En la película, los personajes están tratando de construir una iglesia en madera, cuando atrás está una iglesia natural que es el Chimborazo y se le debe total respeto.

¿Cuál fue la estrategia de distribución de la película y los principales retos en este aspecto?

Luiza: Daniel y yo hemos tenido varias experiencias y mucho trabajo en empresas que hacen distribución internacional, entonces teníamos varios contactos e ideas de con qué compañías íbamos a hablar una vez que tuviéramos la película. Para nosotros era importante no solo quién iba a hacer esta distribución, sino que se entendiera por qué hicimos la película y especialmente su distribución en Ecuador. No solo queríamos que el público vea esta historia, sino que conozca al equipo que trabajó y poder exportar el cine nacional al mundo. La película se estrenó en el Festival de Austin en Texas el año pasado y, posteriormente, ha estado en importantes eventos cinematográficos como el Festival Latino de Los Ángeles, Macabro en México, Fantaspoa en Brasil, también estuvimos en Raindance en Londres. La película se ha proyectado en Estados Unidos, en algunos países de Europa y Asia, ahora está en Ecuador y pronto en Colombia, Perú y Bolivia.

Antonio: Cuando se hace cine independiente, primero se trata de conseguir distribución en ese país, o sea, en ese caso nosotros hubiéramos podido tratar de primero sacar la película en Ecuador; pero nuestra estrategia fue al revés: rodemos en Ecuador, llevémosla a Estados Unidos, llevémosla a Austin, tratemos de difundirla ahí y, gracias al trabajo de todo el equipo, pudimos venderla internacionalmente. Hicimos la película en Ecuador y ya tenemos distribución en Estados Unidos, en Filipinas, en Europa, en diferentes partes del mundo.

¿Qué tipo de políticas o incentivos serían necesarios para fortalecer la distribución y exhibición del cine producido en Ecuador?

Antonio: Ecuador tiene un potencial enorme, no solo en el talento local o en las locaciones, sino en toda la infraestructura para hacer cine. En nuestro caso tuvimos un gran apoyo de Riobamba, de la comunidad, nos abrieron puertas, nos ayudaron de forma increíble; pero no había lo que existe, por ejemplo, en Colombia o México, leyes de cine donde se puede recuperar la inversión o conseguir un retorno en los impuestos. Sé que Ecuador está a punto de lanzar algo similar y creo que es muy necesario porque va a abrir las puertas a que mucha más gente pueda hacer sus películas.

Luiza: Ecuador está en un momento muy interesante en lo que respecta al cine. Ana Cristina Barragán ha ganado un premio fantástico muy importante; todo esto empieza a abrir el mercado para producciones que a lo mejor no han pensado en rodar en el país o que no conocen la infraestructura, el talento y las historias que hay en Ecuador. Es necesario que se combinen las leyes, logística y vías de financiamiento para así fomentar un mayor desarrollo que permita proyectar las voces que existen en el país.

Antonio: En toda América Latina a veces hay un temor al hacer una película: se piensa en que solo pueden filmarse dramas o algo cultural sin elementos de entretenimiento. No debemos olvidar este aspecto ya que es una de las principales razones por las que la gente va al cine. Entonces, ¿por qué no hacer una película de acción en Ecuador?, ¿por qué no hacer una película de terror o un thriller?, ¿por qué no jugar con los géneros? Creo que si el gobierno apoya esto también va a abrir las puertas a una variedad muy grande de películas nacionales.

¿Qué mensaje dejarían a los productores y gestores culturales que buscan abrir espacio para el cine local?

Antonio y Luisa: Hay que abrir espacios, esto es muy importante, porque de lo contrario, las voces no van a seguir, se van a callar. Debemos ser lo suficientemente audaces para tomar esos riesgos y ver qué es lo que puede funcionar. Entender dónde tomar estos riesgos y cómo desarrollar la infraestructura para que la industria pueda crecer, si no se abren los espacios vamos a seguir en lo mismo de siempre. Hay que seguir haciendo cine, hay que seguir estudiando cine, hay que seguir trabajando y ser creativos en todo lo que hacemos, es un ciclo de crear y aportar.