Reseña | ‘Una batalla tras otra’: Acción, sátira y tragedia
En definitiva, ‘Una batalla tras otra’ es un filme necesario para quienes buscan cine que desafíe, que proponga más que entretener.
El gran Paul Thomas Anderson emprende con ‘Una batalla tras otra’ una obra ambiciosa y rupturista que mezcla géneros y tonos narrativos. Inspirada de manera libre en la novela ‘Vineland ‘de Thomas Pynchon, esta cinta no pretende ser una adaptación literal, sino más bien una versión que transfiere su carga narrativa a un contexto contemporáneo cargado de conflictos sociopolíticos.
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Desde su arranque, la película lanza al espectador a un territorio de urgencia: Francia 75, un grupo revolucionario, actúa en la frontera con México con el objetivo de liberar reclusos de un centro de detención migratoria. Allí entra en escena el personaje de Bob (Leonardo DiCaprio), un exmilitante que vive alejado del mundo, dedicado a cuidar de su hija Willa. Pero cuando el villano del pasado reaparece y Willa es secuestrada, Bob deberá recomponer alianzas y reaparecer como agente del conflicto.
Este planteamiento funciona como eje dramático, pero Anderson no se conforma con un relato de aventuras: inserta una dimensión política y paródica. El film recorre temas como la represión estatal, las logias ocultas, el racismo estructural, el nacionalismo violento y la tensión permanente entre acción y reflexión.
En el aspecto visual, el filme exhibe ese pulso autoral que caracteriza al cineasta: composiciones tensas, movimientos de cámara arriesgados y momentos en los que la narrativa se diluye en planos simbólicos. En particular, la media hora final se llena de épica, como una especie de western moderno imbuido de caos.
Sin embargo, la película también tiene sus zonas conflictivas. En algunos pasajes, la fragmentación narrativa impide un anclaje emocional firme: los personajes se inclinan, por momentos, hacia la caricatura o el exceso. Algunos críticos consideran que la banda sonora de Jonny Greenwood —normalmente un punto fuerte en la filmografía del director— se vuelve demasiado invasiva en este caso.
Su ritmo se sobrepone ante cualquier crítica respecto a la duración del filme, la intensidad no decae y su mezcla de brutalidad, ironía y tensión marcan aciertos constantes.
En cuanto a las actuaciones, DiCaprio se mueve en terrenos oscuros, fungiendo como pilar dramático y motor narrativo. Su Bob es un padre resentido, un veterano fracturado, alguien capaz tanto de la violencia como de la ternura. Por su parte, Sean Penn y Benicio del Toro completan el reparto con papeles que oscilan entre lo dramático y lo absurdo, aportando un contrapunto de intensidad variable.
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Un desafío importante planteado en la película es su tono híbrido: mezcla thriller político, comedia negra, épica familiar y acción frenética. En ese cruce de géneros, algunos tramos parecen sufrir de sobrecarga temática, pero también es allí donde radica su riesgo esencial: no se conforma con narrar, sino que interpela, incomoda y hace visibles los límites del espectáculo.
En definitiva, ‘Una batalla tras otra’ es un filme necesario para quienes buscan cine que desafíe, que proponga más que entretener. No es perfecto, tiene aristas y exageraciones, pero en su apuesta por una narración audaz, crítica, convulsa y emocional, aparece como uno de los trabajos más estimulantes en la filmografía reciente de Anderson. Su densidad política, el tono satírico y su estética vigorosa la convierten en un referente de cine comprometido muy pertinente para estos tiempos.