Maternidades en consumo: así lidian ellas con el dolor de la abstinencia y sus secuelas

Diana Romero
Maternidades en consumo: así lidian ellas con el dolor de la abstinencia y sus secuelas

Consumir. Consumir hasta el hartazgo, consumir hasta el llanto, hasta el no-quiero-pero-no-puedo-dejarlo, hasta el riesgo propio y ajeno. Llevar el consumo a lugares peligrosos, a espacios de los que no hay regreso.

Consumir el día de tu parto, porque sabías que vendría un período de no poder hacerlo. Aprovechar hasta el último minuto para fumar, esnifar, para tener la sustancia en el cuerpo. Dar a luz drogada. Y luego, rechazar la maternidad porque te impedía seguir haciendo eso que tanto deseabas.

De esto va la historia de Karina, de 20 años, que conoció las drogas cuando tenía apenas 12 y fue madre adolescente, a los 15. Aunque probó varias, cuenta que creó un vínculo casi indestructible con la H.

Karina de 20 años conoció las drogas cuando tenía apenas 12 y fue madre adolescente, a los 15.

De acuerdo a la hoy extinta Secretaría de Drogas, los análisis realizados a la sustancia encontraron que la droga H está compuesta en un alto porcentaje por heroína, pero también contiene cafeína y diltiazem, un fármaco utilizado para la hipertensión.

Cualquier mujer -aunque en este caso, Karina era una niña- que acaba de dar a luz, debe guardar algunos días de reposo. Lo usual es que sean cuarenta. “No aguanté. Estaba desesperada, no podía salir ni despegarme de la niña. A los 15 días le mentí a mi mamá, le dije que ya quería volver al colegio pero en realidad solo quería volver a drogarme”, cuenta hoy, cuando está fuera de las drogas por aproximadamente cinco años.

Esas dos semanas sin consumir rompieron un intenso ciclo de tener sustancias en el cuerpo. Desde aproximadamente su séptimo mes de embarazo se drogó sin parar y tuvo síndrome de abstinencia: dolor de huesos y vómitos, aunque ella no tenía muy claro qué le sucedía. Tampoco entendía qué le pasaba a su recién nacida: no dejaba de llorar y apenas podía tocarla pues rechazaba el mínimo contacto. Luego supo que ambas padecieron lo mismo.

El síndrome de abstinencia en niñas y niños recién nacidos es un trastorno común en los hijos de madres que han mantenido un consumo sostenido y problemático de drogas durante la gestación, e incluso desde antes, por la intoxicación a la que está sometido el organismo. A través de la placenta y el cordón umbilical, la droga -en este caso, la H- pasa también a formar parte del sistema del neonato, causando que al nacer padezca de malestares por la deprivación de la sustancia, de acuerdo a especialistas.

Gustavo Montero es un médico particular que trabaja en algunas clínicas de rehabilitación de Guayaquil, tanto de hombres como de mujeres. Explica que, de acuerdo a su experiencia, las mujeres son quienes se afectan más profundamente por el consumo de la H y esto queda evidenciado en sus cambios físicos, pérdida de peso, desnutrición severa, desgaste óseo y en el caso de mujeres embarazadas, otras consecuencias, que inciden directamente en la salud de los bebés.

“Los niños afectados por el consumo de drogas de su madre nacen con el peso de un bebé prematuro, deben estar en termocuna por unas cuatro semanas, muchas veces tienen dificultades respiratorias o ansiedad por el consumo, que se manifiesta en llantos, irritabilidad, falta de apetito, les duele el cuerpo, tienen escalofríos, vómito, diarrea. Esto puede incluso causarles la muerte y representa un reto para el médico cuando hay que atender casos de neonatos con abstinencia”, explica Montero.

Sin embargo, de acuerdo a información obtenida del Ministerio de Salud Pública y el número de defunciones fetales registradas según causas de defunción en el 2019, solo existe un caso de muerte de feto y recién nacido afectados por drogadicción materna.

Al año de haber nacido, Daniela -la pequeña hija de Karina- entró en una crisis inexplicable. “La tuvimos que hospitalizar porque se descompensó por completo, se puso muy mal. Tenía algo en la sangre, una infección para la que los médicos no hallaban razones. Me preguntaban si en la familia había alguna enfermedad hereditaria. Entonces me tocó decir la verdad”. Hasta ese momento, en el que Karina se encontraba embarazada de su segundo hijo, había mantenido en secreto su adicción y su consumo.

Al conocer esto, los médicos la sometieron a todo tipo de exámenes, no solo de laboratorio, sino análisis del estado de todos sus órganos como cerebro y corazón. Daniela, que hoy tiene cinco años, es bastante enfermiza, usualmente tiene las defensas algo bajas, pesca con facilidad gripes, diarreas y pelea constantemente con la anemia. Todo esto es consecuencia del consumo de drogas de su madre durante la gestación.

Su hermano, Kevin, creció en el vientre de Karina en el breve período en el que Daniela enfermó de gravedad y que la madre dejó de consumir por miedo. Sin embargo, arrastró consigo las consecuencias de la adicción. “Es un niño sano en comparación a Daniela, pero es muy hiperactivo y muy agresivo. Él mismo se golpea y se hace daño”, cuenta la joven.

El Dr. Montero indica que efectivamente ese comportamiento alterado y emocionalmente desregulado es una consecuencia de un consumo intenso previo a la procreación. Explica, no obstante, que esto depende siempre del tiempo que se consumió y la cantidad de estupefaciente que se ingirió. “Si una mujer deja de consumir radicalmente, en dos meses tiene su organismo limpio y en mejores condiciones para la gestación y el alumbramiento, siempre va a depender de la cantidad de droga y del tipo de droga que ingería al día, pero sí es posible que una mujer embarazada logre recuperarse y que su cuerpo se desintoxique”.

Zoraida Ordóñez, la fundadora de la clínica “Luz de la vida”, tiene una experiencia muy personal y cercana con este tema. Quizá por eso puede lidiar con los casos de las chicas que se encuentran internadas en el centro: ella también fue una mujer envuelta en las drogas, con embarazos riesgosos a causa del consumo y con la vivencia de uno de sus hijos -el menor- nacido con síndrome de abstinencia y con las consecuencias de la adicción.

“Mi hijo hoy tiene 23 años y ha mejorado con el tiempo, pero era muy violento, muy temperamental, tenía ciertos comportamientos… me llamaban del colegio porque siempre le levantaba las faldas a las niñas”, cuenta hoy a sus 52 años mientras rememora parte de lo que fue su vida en consumo.

“Yo pensaba que no iba a poder salir de esto. La droga era el aire que respiraba y el último de mis hijos sufrió esas consecuencias. Con él conocí lo que era la maternidad en consumo. No tenía nada de dinero y lo poco que tenía lo usaba en drogas. Nunca le comprobaba leche, le daba agua de anís, agua de canela. Fui una madre desnaturalizada, fui un monstruo”, dice ahora.

No ha sido la única que ha caído en comportamientos extremos y dolorosos a causa del consumo durante la etapa de gestación.

Melina de 18 años también se sintió una mala madre. Cuenta que aunque del primero al séptimo mes casi no consumió, los últimos meses fueron los más intensos con la H.  Luego del parto, el tema se salió de control. “Cuando mi hijo nació no estuvo enfermo pero le di de lactar estando drogada y con el paso del tiempo ha desarrollado muchos problemas de hiperactividad. No podemos darle muchos dulces y caramelos y debemos tenerlo constantemente en chequeos. Nos dijeron que era por el tema de la H”, cuenta Melina.

Para sostener su consumo llegó a robar: a sus padres, a su pareja y a sus suegros. Y peor que eso, llevó a su pequeño con ella, a comprar “la sustancia”, como le llaman a la droga. “Ahora estoy haciendo consciencia de todo lo malo que hice. Fui una mala madre”.

Luego llegó la culpa, el arrepentimiento y el miedo de que su hijo no la reconociera tras estar algunos meses en la clínica de rehabilitación.

Marissa en cambio, se dio cuenta de que estaba embarazada en su estancia en la clínica de rehabilitación, cuando tenía dos meses de internada y tres meses de gestación. Sin saberlo, había quedado embarazada durante su período de consumo. En este caso, la abstinencia también le pasó factura en su gestación.

 

Marissa descubrió que estaba embarazada durante su estadía en la clínica de rehabilitación.

De acuerdo al número de consultas de morbilidad de mujeres embarazadas, por diagnósticos CIE-10 en establecimientos del Ministerio de Salud Pública en 2019 se registraron 385 de mujeres embarazadas en condiciones de drogas y en 2020, un total de 235.

Esto de acuerdo al registro diario automatizado de consultas y atenciones ambulatorias y plataforma de registro en atenciones de salud del Ministerio de Salud Pública.

Estos diagnósticos incluyen intoxicación aguda, uso nocivo de opiáceos, síndrome de dependencia, estado de abstinencia, delirio, trastorno psicótico y  de comportamiento.

“Cuando tenía apenas unos meses de embarazo sentía que mi hija estaba muy inquieta dentro de mí. Tenía cólicos intensos. Creo que el malestar del embarazo se juntó con el malestar de la abstinencia de la droga”.

Nota esto como una particularidad porque ahora está nuevamente embarazada. Tiene cuatro meses y su embarazo hasta el momento ha sido tranquilo, sin molestias mayores, sin comparación alguna al embarazo anterior. “Ahora me despierto sin tener que pensar en drogas. Ahora mis pensamientos son esperando que mi bebé esté bien, se está moviendo, esté sano. Antes solo pensaba en consumir, en fumar”, relata.

*Algunas identidades y datos de las entrevistadas han sido modificados por solicitud de las mismas fuentes.