El sueño americano de Abel Mina

A los 29 años se alista para el combate que podría cambiarle la vida. El 4 de junio peleará por el título latinoamericano del Consejo Mundial de Boxeo en Quito.
Sébastien Mélières
Abel Mina llegó a Quito a los 13 años y nunca dejó de ser boxeador. En 2018 pasó a ser profesional.

A los 29 años se alista para el combate que podría cambiarle la vida. El 4 de junio peleará por el título latinoamericano del Consejo Mundial de Boxeo en Quito.

Abel nació en Puerto Quito y tiene 10 hermanos. “Soy el último de los varones y después nacieron mis hermanas mellizas”, cuenta la nueva esperanza del boxeo ecuatoriano. A los 10 años Abel peleaba mucho pero en las calles. “No era un chico malo pero era muy inquieto. De alguna manera ya sabía que el boxeo iba a ser mi vida”, acota.

Abel perdió a su papá a los siete años y de niño betuneaba zapatos en las calles mientras su mamá lavaba ropa para poder educar a sus hijos.

“Era malo para el fútbol y sentía que debía practicar algún deporte, a los 11 años empecé el boxeo en el gimnasio de la ciudad y nunca lo dejé. El entrenador Carlos Vásquez me dijo que tenía mucho potencial, como él ya había descubierto muchos talentos me motivé. Nunca más volví a pelear en la calle, mis únicos combates fueron dentro del ring”, concluye el atleta que fue campeón Bolivariano en 2009 y medalla de bronce en los Sudamericanos en Colombia en 2010.

MENTE SANA

Abel maduró muy rápido. De su padre tiene pocos recuerdos pero sabe que murió de cirrosis debido a un consumo exagerado de alcohol. “Tengo que cuidarme mucho para llegar a ser alguien. Hace 18 años que me dedico al boxeo y todo tiene un precio. No tomo y no salgo a fiestas, primero mi carrera”, sentencia. Cuando Abel llegó a Quito tenía 13 años, estaba solo y todos los días acudía al gimnasio “La Tola” donde boxeadores de todas las edades luchaban para ser alguien. “Tenía un grupo de amigos, todos habíamos nacido entre el 91 y 93 y teníamos una sola meta: pelear en los Juegos Nacionales de 2008”.

De esa época Abel hizo amigos del alma y comprendió que el boxeo amateur no lo iba a llevar a ningún lado. “Gané todas las peleas que me podía imaginar pero como amateur siempre te debes a una institución. En 2018 decidí ser boxeador profesional, ahora todo lo debo al país y a mis esfuerzos”.

Hoy en día Abel entrena en el Estadio Atahualpa en la sección de boxeo. Tiene dos jornadas, generalmente en la mañana hace cardio y de tarde se dedica a la técnica y hace sparring con un compañero. Es actualmente el 88 del mundo y su récord es bastante positivo. “Tengo 16 peleas ganadas y ocho fueron por knock-out”, asevera el púgil que se caracteriza por analizar a su rival, mover mucho las piernas y combinar golpes.

Cuando tiene tiempo libre Abel se dedica a la labor social a través de la Fundación Internacional WeLoveU. Durante la pandemia ayudó a los damnificados de La Maná y Pujilí por las inundaciones de Cotopaxi, donó suministros de emergencia, mascarillas, artículos de primera necesidad y alimentos a más de 500 hogares.

LA PELEA DE SU VIDA

Su última pelea fue en febrero y ganó por decisión unánime al mexicano Darío Ferman. Con este triunfo, Mina se ubicó en el Top 5 del ranking latino de la Organización Mundial de Boxeo. Ahora el ecuatoriano se enfoca en el combate del 4 de junio y espera poder ganar el título latinoamericano en Quito.

“Me propusieron peleas en Rusia y Hungría pero dije que no, prefiero pelear en casa y mejorar mi récord. Si gano el combate probablemente tendré la oportunidad de pelear en Estados Unidos. Todos los boxeadores saben que es la meta. Allá los premios y la visibilidad son mayores”, asevera el peso superwélter (164 libras) que tendrá que bajar 18 libras antes de la próxima pelea.

Abel Mina tiene el apodo “Authentic”, ¿por qué?: “Cuando era amateur mis compañeros me decían que era el más negro, el más fuerte, el más ‘auténtico’. Decidí traducirlo al inglés y lo tengo impreso sobre mi short cuando peleo. Sé que en poco tiempo me presentarán así en Estados Unidos”, afirma. Mientras tanto “Authentic” entrena en Quito y en su cabeza está el sueño norteamericano. “Llegué a mi mejor momento profesional y quiero dedicar esta victoria a mi mamá, tiene 68 años y siempre dio todo para sus hijos, es mi turno...”.