"Viví pensando qué hice yo para provocar a mi violador"

Carolina Farfán
María Mercedes Cuesta nació en Guayaquil, en 1973. Por más de 20 años trabajó en la televisión como reportera y presentadora de noticias. Es la única asambleísta nacional electa por el movimiento Fuerza Ecuador.

En plena discusión en la Asamblea para despenalizar el aborto por violación, María Mercedes Cuesta soltó un testimonio que provocó un debate nacional. La asambleísta revela qué la motivó a hacerlo.
 
Desde la sala de la casa que comparte con una amiga se escucha su voz: ronca, atropellada, guayaquileñísima. Dice algo de unos pelos de loca y de que no se va a maquillar porque no quiere. Viste discreta: camisa blanca, jeans, zapatos planos. Lo que es un estallido de vitalidad es la rapidez con la que hace todo: los saludos, la trenza, los lentes, las frases. Entra María Mercedes Cuesta y todos los ojos van hacia ella, rotunda como una fuerza de la naturaleza.
 
Habla de lo que vino a hablar, de lo que ha sorprendido a todo el país: su cambio de postura en relación a penalizar el aborto en casos de violación. La asambleísta Cuesta se levantó en el pleno y dijo que se oponía a castigar a una mujer violada si decide abortar. Dijo también que ella fue abusada desde los seis años por lo que sabe lo que es la violación.
 
“No quiero que una mujer violada que aborte vaya a la cárcel. Punto. Si no lo pueden entender, qué lástima. Si hoy me violaran y saliera embarazada tendría a mi hijo, pero esa es mi decisión y yo no puedo obligar a nadie a hacerlo. No es que sea asesina, es que tengo que intentar estar en el pellejo de la otra: eso se llama empatía”.
 
¿Cuándo decidiste hacer pública la violación que sufriste desde niña?
El debate no me permitía hablar de un solo tema y estaba sobre la mesa lo del aborto no punitivo. Mi discurso fuerte era el de drogas, pero se me salió de las manos. No lo tenía planeado, pero cuando improviso cualquier cosa puede salir de mi boca. Tengo terror a alejarme de mis notas porque ahí se va la política que habla del artículo no sé cuánto y habla mi alma. Dicen en Playas: booooótate. Me boté.
 
¿Por qué ahora?
¿Sabes qué? Viví toda mi vida pensando qué hice yo para provocarlo. Cuando tenía 30 y pico de años entendí, con la ayuda de una psicóloga, que no era mi culpa, que yo era una bebé.
 
Pero no es sólo eso: a mí me dijeron cuando tenía 20 años que como tenía una hija llevaba un letrero en la frente que decía ‘fácil’, que nadie me iba a respetar. Eso es esta sociedad. 
 
¿Pensaste que te arrepentirías?
No. Yo hablé y después hice cortocircuito. Ya cuando me siento es que me da la ‘chiripiorca’. Y digo ¿qué hice? Ahí salgo corriendo. Me voy a la sala de al lado hecha un mar de lágrimas y lloro y lloro.
 
¿Cómo fue la reacción de tus compañeros?
Al día siguiente todo el mundo me abrazaba, pero ya ahí me puse firme: ya, se cerró el tema. Esto no es sobre María Mercedes Cuesta que fue violada. Es un tema de miles, de millones de mujeres, no solamente en el Ecuador, sino en el mundo. Yo soy una, pero millones han pasado cosas incluso peores.
 
Tu hija también fue abusada de niña.
Sí, ese es el gran arrepentimiento de mi vida. No haberme dado cuenta. ¿Cómo pude no haberme dado cuenta? Fue en donde yo trabajaba, yo la llevaba a ella. ¿Cómo no lo vi? ¿Cómo?
 
Tu cambio de postura ha sido muy criticado.
Sigo pensando igual sobre el aborto, pero es mi opinión personal. No hay peor ciego que quien no quiere ver y durante mucho tiempo fui esa ciega. Sobre eso no quería hablar. Esto (castigar el aborto) no era un tema negociable, pero empecé a ver cifras, a hablar con mujeres violadas o que han abortado. Encontré una realidad más dura de lo imaginable. Hay niñas que han sido violadas por su papá, por su padrastro desde los seis y apenas llega su edad fértil ya están embarazadas de ellos. ¿Tiene que ir presa si aborta? Humanidad, por favor.
 
¿Qué ayudó a hacer ese click?
Un editorial de Manuel Ignacio Gómez Lecaro que fue liberador (se refiere a “El verdadero debate”, El Universo, 7 de enero, que dice, entre otras cosas, “la pregunta que deben contestar nuestros asambleístas es muy puntual: ¿debe una adolescente o una mujer violada ir a la cárcel por decidir abortar?”). Lo leí y dije ¿cómo le hago yo esto a otra mujer? No puedo.
 
Ahora, tiene que haber normas muy claras. Tiene que haber una denuncia, comprobar que ha habido violación. Y también tenemos que perder el miedo y la vergüenza: a la familia, a quienes manejan la justicia que actúan con tanta ineficiencia que va una mujer violada a la Fiscalía y le dicen ¿y usted estaba con esa falda? Por Dios. Nadie quiere denunciar porque resulta que después tu agresor está libre y te ronda. Si tú lo denuncias qué horror, has destruido una familia, nos has puesto en el ojo del huracán. O sea, ¿hello? ¿Yo? ¿La violada?
 
Pero tú eres religiosa.
Yo no soy religiosa, soy espiritual. Créeme que esto ha sido un golpe tan duro para mí que en vez de acercarme a la iglesia como institución me ha alejado. No me he alejado de Dios, de la Virgen. Es más, ahora los siento más cerca porque ellos conocen mi corazón.
 
Algunos católicos han sido feroces contigo.
Esta es una sociedad hipócrita, se da golpes de pecho, y dicen ‘ahí va la fulana que no sé qué’. Es una élite que piensa que porque comulga está por encima de los demás. No me vengas con vainas. La condena de los que se dicen católicos es espantosa, los mueve un fanatismo horroroso. Todo fanático es despreciable. Me han dicho horrores. Pero, ojo, también los de los pañuelos verdes. Lo que tengo claro es que yo no estoy en esos dos bandos: yo quiero que lleguen a un acuerdo poniéndose en los zapatos de las mujeres.
 
¿Te has arrepentido?
Ni un segundo.
 
¿Entonces? ¿Ha cambiado tu idea sobre el aborto?
En lo personal es la misma: es vida desde la concepción. Yo tengo en mi cabeza clarito cómo retumbaba el corazón de mi hija. Fui madre soltera a los 19 años y jamás dudé. El papá me dijo que la aborte y yo dije no, dentro de mí hay un ser humano producto de mi amor.
 
¿Y si una chica de 19 como eras tú decide que no puede ser madre?
Es muy duro dar una respuesta porque no todas las realidades son iguales. Si en mí estuviera la decisión yo trataría de que hubiera una política pública en la que trabajen el Ministerio de Trabajo, de Educación, de Salud. Que esa mujer pueda ir a una casa de acogida hasta que dé a luz, pero que se respete su empleo por ley, que el Estado se encargue de su bienestar, de sus revisiones ginecológicas y que si ella decide no ser mamá por las razones que sean lo dé en adopción.
 
¿La adopción te parece la solución?
Ahora mismo en Ecuador tienes todos los obstáculos del mundo para adoptar. Hay más de dos mil niños que están encarcelados, no hay otra forma de decirlo, y si viene alguien que quiere adoptar le dicen que no. Las trabas son impresionantes. Empecemos a trabajar con coherencia. Provida, dennos una solución. Yo invito a los provida y a los pañuelos verdes a sentarse en una mesa a dialogar, no a gritar ‘asesinas’.
 
Yo invito a los que llaman asesinas a las mujeres que abortan que adopten un niño. Yo quisiera que no haya mujeres violadas, yo quisiera que nadie abortara, pero esa no es la realidad. ¿Qué hago? ¿Sigo siendo Alicia en el país de las maravillas? No puedo.
 
¿Entonces apoyas el aborto?
Es difícil replantearme la oposición al aborto, pero pienso que nadie tiene derecho a llamar asesina a nadie. No es sencillo. Sé que una mujer que aborta es una mujer desesperada, pero hay que superar muchas cosas para llegar al punto de legalizar el aborto en todos los casos, debemos madurar como sociedad, educarnos.
 
¿Y mientras?
Para mí es muy difícil responder a esa pregunta.
 
¿Qué piensas de lo que pasó en Ibarra?
Vi el video y lo primero que pensé fue: ‘policías inútiles’. Después me puse a pensar: todos están apuntando, pero nadie se anima a disparar, ¿por qué? ¿Qué está fallando aquí que un policía no se atreve a disparar? Seguro ellos dicen ‘si disparo voy preso’. Lo que tenemos que hacer es darles herramientas para que puedan actuar y sepan bien qué les va a pasar. Ellos también están indefensos. Yo creo que el Estado nos ha fallado, pero no es ahora, no es este gobierno. El Estado pone a la víctima en una posición en la que termina siendo juzgada y condenada.
 
¿Y las declaraciones del Presidente pidiendo antecedentes a los venezolanos?
Súper desacertado. No es un tema de venezolanos, es un tema de violencia. No tiene nada que ver la nacionalidad del agresor. La violencia está súper arraigada, no solamente en el Ecuador, sino en todo el mundo.
 
¿Qué le dirías a ‘Martha’?
Martha, mi obligación es ir a la Asamblea y pelear por ti y por las otras Marthas. Estos tres que te hicieron lo que te hicieron van a pagar: tienen que pasar su vida entera en la cárcel.
 
¿Qué viene ahora?
Ahorita recibí un mensaje de una chica: la violaron cuando tenía 12 años. En este tiempo he recibido tantos testimonios de personas que dicen ‘a mí me pasó lo mismo’. Hombres y mujeres. Ha habido un cambio en mí. Ahora estoy mucho más comprometida en hacer lo que es realmente justo, pero se acabaron las compasiones. Ya. A virar la página. Ya no más ‘pobre María Mercedes’: vamos a trabajar.