Vivas nos queremos: ¿Cuál es la causa de los femicidios?

María Belén Arroyo
21.451 denuncias de violación se han presentado a nivel nacional en los últimos cuatro años según Fiscalía.

Desde 2014 Ecuador tipificó la violencia psicológica y el femicidio. Se visibilizó un problema antes escondido sí, pero la real causa de la violencia parece ser más compleja.

No es solo el dolor físico de la violación en manada a Martha; ni el asesinato de Diana, acuchillada por su pareja, femicidio difundido en redes sociales en una esquina de Ibarra, ante la impasividad de varios policías. Es revictimizarlas, al preguntar si Martha estaba sola en la fiesta de cumpleaños; al insinuar que Diana es corresponsable por aguantar el comportamiento agresivo y violento de su compañero sentimental.
 
Los dos casos espeluznantes, con distintos desenlaces porque Diana murió con el pulmón perforado en un hospital público, y Martha se recupera de las agresiones en otra casa de salud, tienen un elemento en común: el ejercicio brutal del poder de la testosterona de machos alfa. Pero, ¿es esa la única causa?
 
Ecuador dio un paso adelante al agregar en su legislación (Código Orgánico Integral Penal, COIP, en 2014) dos tipos penales antes inexistentes: violencia psicológica y femicidio. Ambos buscan penalizar el inicio y el fin de la espiral de agresiones contra una mujer, porque la fase inicial suele incluir el amedrentamiento y la presión; y el ciclo puede terminar en la muerte de la víctima, dice Mayra Soria, fiscal especializada en Violencia de Género, una de las 19 unidades en Pichincha.
 
Soria, con 16 años de experiencia en la entidad, fue la primera fiscal en lograr una sentencia en el país por violencia psicológica. Y fue la única que impulsó la investigación para conocer qué pasó con
Juliana Campoverde, una joven quiteña que habría desaparecido en manos de pastores de una organización religiosa.
 
Desde 2014 empezaron a denunciarse ambos delitos en el país. “Esto, que es sin duda un avance, visibilizó las denuncias y sacó a la luz hechos que ocurrían al interior de cuatro paredes”, explica la fiscal general Ruth Palacios, quien años atrás fue comisaria de la Mujer. Pero ella aclara la razón por la que no todos los casos terminan en sentencia por femicidio: la Fiscalía debe tener todos los elementos para probar que el atacante ejerció poder sobre la víctima y que el crimen es el epílogo de un hecho de violencia de género.
 
“La Fiscalía debe intentar que la víctima rinda un testimonio anticipado, esta figura está contemplada en la Constitución, en cualquier momento la agredida puede hacerlo”, advierte Soria.
 
¿Por qué es tan importante este paso? La mujer denuncia cuando acaba de recibir una golpiza, cuando está afectada por la agresión física, cuando se siente fuerte para terminar con una relación tóxica y peligrosa. El proceso judicial tiene sus fases; cuando avanza hasta la fase en que un juez la llama a rendir testimonio, puede haber transcurrido tanto tiempo que ya no tiene fuerzas, o cayó en la fase amable de una relación de este tipo, que suele cumplir este ciclo: agresión, firme decisión de terminar con la relación, disculpas y reconciliación, luna de miel, nueva agresión…, según el neuropsicólogo Óscar Grijalva, uno de los peritos que colaboran en la Fiscalía.
 
Déjenlas hablar
Los jueces deben entender la importancia de recibir el testimonio anticipado de una víctima. Esta diligencia se cumple mediante un protocolo especial, en un espacio acondicionado para el efecto, llamado cámara de Gesell.
 
En la Unidad de Atención Pericial Integral (UAPI), en la fiscalía de Pichincha, funciona una de estas salas. Víctimas de todas las edades cuentan lo que les pasó, muchas a veces sin entender el alcance de las palabras (alguien rozó, frotó, penetró su cuerpo). Los más pequeños se ayudan con muñecos que reproducen íntegramente todas las partes de la anatomía. Un psicólogo designado como perito ayuda en este paso, que es crucial para probar el delito cometido. Al aislarlo del agresor, se evita revictimizarlo.
 
Grijalva cree que como sociedad damos el enfoque equivocado al fenómeno. “Aquí vemos una parte de la realidad, situaciones que pudieron prevenirse si el individuo a los 8 años tenía una historia clínica mental levantada, que alertara posibles comportamientos”.
 
 RECHAZO. Los últimos casos suscitados en menos de una semana generaron marchas.
 
Para él, explicar los casos de Diana y Martha como el resultado de la violencia machista es reducir un complejo problema multicausal a una sola dimensión. “Hay un problema de fondo que tenemos como sociedad y como país, no tenemos un trabajo en salud mental (...)
 
Cuando exista una Ley de Salud Mental y levantemos una historia clínica mental de cada persona, podremos dar atención psiquiátrica, psicológica, neurológica y terapia farmacológica, y así tratar el cuadro que desencadena esa violencia”.
 
El perito explica que “Todos somos violentos en potencia”, porque la estructura más primitiva del cerebro encierra un núcleo amigdalino (cerebro reptiliano), responsable de reacciones violentas.
 
Cuatro factores actúan en el desarrollo psíquico: predisponentes (genéticos), determinantes (el hogar y el medio); desencadenantes (situaciones concretas) y mantenedores del problema (caldo de cultivo). Cada persona responde a distintas circunstancias en forma particular.
 
El individuo violento tiene tres perfiles: el pasivo o en apariencia tranquilo; el que planifica porque está resentido; y el impulsivo, que no tiene freno emocional.
 
El problema sería entonces más complicado de lo que como país estamos viendo. Estamos naturalizando la violencia. Ya es momento de detenerla.