¿Qué pasará con el correísmo en Ecuador?

Ana Rivera
La sede del movimiento creado por Rafael Correa fue vendida a un grupo económico de Quito. Foto: Cortesía

 

Es una derrota a medias, dicen los expertos. El correísmo, desde su aparición en el espectro político con la figura del líder Rafael Correa en 2006, venció en todas las elecciones presidenciales que participó, menos la del domingo 11 de abril de 2021. 
 
Correa ganó las elecciones presidenciales de 2006, 2009, 2013; mientras que su sucesor Lenín Moreno obtuvo las elecciones de 2017 con un margen mínimo. Andrés Arauz rompió dicha hegemonía en 2021, sin embargo, su fortaleza política todavía se hará sentir.
 
Existe una diferencia entre el resultado de la elección y el apoyo popular de un partido o candidato. Santiago Basabe, catedrático y experto en tema políticos, explica que el verdadero apoyo popular se lo mide en la primera vuelta, mas no en la segunda. 
 
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Basabe añade que, en segunda vuelta, la tendencia es votar por el candidato que menos le disgusta al elector. “Es cierto, el correísmo alcanzó el 32% de apoyo. Ese porcentaje es el más alto que tiene el país, ninguna otra agrupación política alcanza ese margen”, explica.
 
A su vez, expone que, desde el retorno a la democracia, el resultado de Arauz en primera vuelta es el tercero con mayor votación, solo superado por Lenín Moreno en 2017, quien llegó como el abanderado del correísmo; y Jamil Mahuad en 1998, cuando dejó su segunda alcaldía de Quito para correr por la presidencia de la República.
 


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Por otra parte, la catedrática de ciencia política y relaciones internacionales, Grace Jaramillo, recuerda que la base cercana al 30% de apoyo es consistente en el populismo ecuatoriano.
 
Jaramillo cita como ejemplo los casos del roldosismo, con la figura de Abdalá Bucaram en la década de 1990; del Partido Social Cristiano en los 80; y del velasquismo, con José María Velasco Ibarra, en la década de los 50 y 60. 
 
“Corresponden a bases fuertes, pero con techos muy bajos”, acota.
 
Para Santiago Basabe la fortaleza del correísmo se mantendrá en la Asamblea Nacional, donde disponen de 49 de los 137 escaños. “Eso, sumado a su capacidad de convocatoria y movilización, les da el respaldo para ser la primera fuerza política del país”, indica. 
 
Sin embargo, la lectura de Jaramillo sobre la victoria de Guillermo Lasso es que deja una lección de que “el Ecuador está dispuesto a seguir, a virar la página y buscar más salidas a modelos de desarrollo, a pesar de estar tan polarizado”. 
 
Tanto Jaramillo como Basabe concuerdan en que la formalización de un proyecto político permitirá que el correísmo se presente con mayor impacto en las elecciones seccionales de 2023. Es decir, disponer de un partido político propio, con líderes ajenos a Rafael Correa, aunque conserven su imagen. 
 
“En 2017 creíamos que había un movimiento sólido y organizado en todo el país. Hoy responden a un partido prestado (Centro Democrático y Compromiso Social), por consecuente el liderazgo es de alguien más”, señala Jaramillo, a lo que Basabe añade que se lo tiene que llamar “correísmo” porque no hay nada tangible.