Entrevista: Una ecuatoriana en el programa que ganó el Nobel de la Paz

Carolina Farfán
Carmen Burbano de Lara dirige la División de Alimentación Escolar del Programa Mundial de Alimentos.

Nació en Quito, pero su carrera la llevó a diferentes países para combatir el hambre y la pobreza. Explica que la situación mundial se complicará con la pandemia e, inevitablemente, habrá regresiones en los indicadores sociales. Carmen Burbano de Lara dirige la División de Alimentación Escolar del Programa Mundial de Alimentos, entidad internacional que acaba de recibir el Nobel de la Paz.
 
Hasta antes de la pandemia, en América Latina había cuatro millones de personas que vivían con hambre y las proyecciones son catastróficas para los próximos años: la cifra ascendería a 17 millones. Aún así, no se pueden bajar los brazos ni perder la esperanza, y hay que seguir trabajando por un mundo mejor, dice Carmen Burbano de Lara, la primera ecuatoriana en ostentar un cargo directivo en el Programa Mundial de Alimentos (PMA), entidad que este año recibió el Premio Nobel de Paz.
 
Una persona en situación de “inseguridad alimentaria aguda” es quien no sabe si comerá al siguiente día o si podrá alimentar a su familia y, si lo logra, será con una dieta deficiente, por la informalidad y la pobreza. Burbano conoce esta realidad desde hace 16 años, cuando empezó a trabajar en el PMA, en Roma, donde está la sede este organismo internacional. Al poco tiempo fue asignada a Tanzania, Malaui, Kenia y Etiopía, países azotados por la pobreza y las guerras.
 
“Donde hay hambre, hay conflicto; donde hay conflicto, hay hambre. Superar este problema es abrir un camino hacia la paz”, explica Carmen. El año anterior el PMA distribuyó 15 mil millones de raciones de comida y asistió a 98 millones de personas en 88 países. Es la mayor organización de ayuda humanitaria y las cifras dan cuenta del colosal trabajo y la dimensión del problema. El comité noruego que entrega el Nobel lo destacó así: “Por la contribución para mejorar las condiciones de paz en áreas afectadas por los conflictos y por actuar como fuerza impulsora para prevenir el uso del hambre como un arma para la guerra”.
 
Dentro del PAM, Carmen no es una funcionaria menor. Desde 2018, es directora de la División de Alimentación Escolar, un brazo del PAM que llega a más de siete millones de niños en 45 de los países más pobres. Para gran parte de ellos, la comida que recibían en la escuela era la única a la que tenían acceso y la perdieron con la pandemia. Esto es parte de los desafíos que enfrenta la ecuatoriana que, entre otras tareas, dirige los programas para evitar la malnutrición, cultivar la salud y alentar la enseñanza.
 
La carrera de Carmen en el PAM empezó en 2004 y tras casi cinco años de recorrer África, hizo una pausa para estudiar una maestría en Administración Pública en Harvard y, al día siguiente de su graduación le llamaron para que acudiera a Haití, a enfrentar los estragos por el terremoto de 2010. “Creo que esa fue una de las experiencias más álgidas. Se acercaban las elecciones en Haití y había protestas, incendios, tiroteos, no podíamos acercarnos a las ventanas”, recuerda. Pero es parte del trabajo.
 
Asimismo, recuerda una de sus mejores experiencias: En 2018 viajó a Siria, cuando el país empezaba a reconstruir y reabrir las escuelas, tras una devastadora guerra civil, en medio de una crisis aún no resuelta. A ella le gusta preguntar a los niños qué quieren ser de grandes. “Quiero ser médico para ayudar a sanar el mundo y a la gente”, le respondió la mayoría. Eso le sorprendió: Niños de ocho, nueve años que vivieron el terror, la muerte, conservaban la ilusión de reconstruir un país, de servir al resto.
 
 “A veces nos quejamos de nuestro país y los gobiernos, pensamos que nada podemos hacer. Luego vamos a otro lugar y vemos que hay peores situaciones, y aún así hay más esperanza”. Y Carmen no lo dice por intuición, conoce alrededor de 30 países, habla cinco idiomas y sabe que el mundo se acerca a una etapa difícil por la contracción económica generada por la pandemia. Solo en Ecuador, un informe del gobierno y Naciones Unidas estima que, para 2021, unas 800 mil personas caerán en situación de pobreza.
 
Luchando contra la desnutrición 
Luego de Haití, Carmen fue asignada a Colombia y, entre 2016 y 2018, comandó el PMA en Perú, el país más exitoso de la región en la lucha contra la desnutrición infantil en las últimas décadas. Desde 2008, nuestro vecino del sur logró bajar este índice de 28 a 13 por ciento. En contraposición, Ecuador es una de las experiencias más vergonzosas. Pese a la bonanza petrolera, uno de cada cuatro niños menores de cinco años se encuentra en esta situación, reflejando el segundo índice más alto en la región: 24 por ciento, solo superado por Guatemala.
 
Carmen dice que no puede emitir un juicio sobre la situación de nuestro país, pues no ha trabajado aquí con el PMA. Como oficial internacional del sistema de Nacionales Unidas, ella está impedida de servir en su país de origen, para evitar conflictos de interés. Es una norma que no se puede romper. Sin embargo, como experta aclara que el problema de la desnutrición no es solo falta de alimentos.
 
Explica que, paralelamente, hay que instalar servicios y redes de saneamiento y agua potable para que los niños dejen de enfermarse. Mejorar el acceso al sistema de salud para que las madres tengan chequeos prenatales, controles y vacunación, programas de lactancia, campañas de educación. Que a la cruzada se sumen la sociedad civil y la
empresa privada. Y sobre todo, que los gobiernos inviertan y no cambien las estrategias. Eso es lo que funcionó en Perú.
 
La situación de Ecuador está a la vista. Durante el gobierno anterior hubo tres distintos programas de lucha contra la desnutrición. En 2018, un informe de la Universidad de Georgetown determinó que había demasiadas instituciones involucradas (ministerios, gobiernos provinciales) que, en lugar de aportar, hizo difícil la coordinación. Además, los programas se sobredimensionaron, intentaban llegar a 600 mil niños, pero solo lograron atender a la mitad.
 
En 2018 el gobierno de Lenín Moreno lanzó el nuevo programa “Misión Ternura”, que pretendía reducir la brecha al 14 por ciento para 2021. Pero con la pandemia, el gobierno estima que el índice suba al 27 por ciento, un significativo retroceso. Justamente, la Vicepresidencia empezó, a inicios de octubre, una intervención en los seis cantones con los niveles más altos de desnutrición para una atención focalizada, con el objetivo de atenuar los efectos provocados por la crisis sanitaria.
 
“Ahora que se recorta el gasto público por la contracción económica, es importante que los gobiernos no quiten recursos a estos programas porque estaremos hipotecando el futuro. Se debe entender como una inversión, no un gasto”, alerta Carmen.
 
Un estudio del Programa Mundial de Alimentos y la Cepal, determinó que el costo de la desnutrición en Ecuador fue de 2.598 millones de dólares, en el año 2014. Si a eso sumamos los costos por malnutrición: Sobrepeso y obesidad, el país pierde un 4,3 por ciento de PIB anualmente por no solucionar estos problemas.
 
Por los niños
No invertir en la alimentación de los niños representa costos en el sistema de salud porque son más propensos a enfermedades; educación, porque hay altas tasas de repetición y deserción; y la baja productividad en su vida adulta, porque aportarán poco al desarrollo del país. Carmen es una experta en este tema y señala que hay que combatir el problema de manera integral. Un niño que vivió desnutrido hasta los cinco años ya no podrá revertir los efectos e, incluso, en la etapa escolar puede desarrollar sobrepeso y obesidad.
 
Cuenta que siempre le preocuparon los niños. ¿Cómo logró ser la primera ecuatoriana en alcanzar un cargo directivo en el PMA? Carmen nació en Quito hace 42 años y se graduó en el colegio Americano. Luego se trasladó, junto a su familia, a Colombia e inició la carrera de Economía en la Universidad de los Andes, en Bogotá. Pero año y medio sintió que no era lo suyo y optó por estudiar Literatura. “Recordé mi infancia ligada a las letras y las narraciones. Mi abuelo era literato, periodista y abogado, mi abuela nos contaba cuentos de cómo era la vida en Quito, entonces quería que ese fuera mi camino”.
 
Sin embargo, terminó su carrera universitaria en Nueva York. Todos estos cambios y traslados avivaron su curiosidad por conocer nuevos países y aprender otros idiomas. Una vez graduada regresó a Ecuador a trabajar en el Observatorio de los Derechos de la Niñez, durante tres años y de allí se le abrió una oportunidad en el PMA.
 
Carmen sabe que la desnutrición afecta sobre todo a las mujeres. Una niña que crece con desnutrición no va a tener un buen desempeño en la escuela; por tanto, pueda que abandone sus estudios y tenga un embarazo adolescente. Cuando sea madre tampoco podrá alimentarse bien y su hijo nacerá con deficiencias, repitiendo el círculo de pobreza. Los estudios señalan que la baja educación de las madres es uno de los factores de la desnutrición infantil.
 
Informar esto es parte del trabajo de Carmen en el PAM. “Por eso me ayudó mucho estudiar literatura, porque aprendí el arte de comunicar y persuadir, algo
que también me inculcó mi abuela con los cuentos. Tengo que convencer a los gobiernos, a las organizaciones, a la empresa privada de que este es un problema en el que hay que invertir, hacer que a la gente le importe la alimentación de los niños”.