Los atropellos de Correa

Diana Romero
Los atropellos de Correa

En ocho años como legisladora nunca redactó un boletín de prensa. Pero escribía cartas al entonces presidente Rafael Correa, que permanecían inéditas. En cada una de ellas, describía un caso de violación a los derechos humanos. La sistematización de misivas se traduce en el libro de Lourdes Tibán, “Tatay Correa”, que ahora va por su tercera edición. 
 
La exasambleísta revela a Vistazo que podría buscar la Alcaldía en Salcedo, para 2019. En 2016, “Por ‘machismo’ al interior del movimiento indígena y sus aliados”, la candidatura presidencial le fue esquiva. Fue asambleísta entre 2009 y 2017. Ahora, colabora en el despacho del legislador Ángel Gende.
 
El libro “Tatay Correa” va por su tercera edición, recién lo lanzó a fines de mayo.
 
¿Por qué es un best seller? 
Me piden de las librerías, por primera vez. Cuando saqué el libro anterior (“Yo soy Lourdes Tibán”) en septiembre de 2015, las librerías recibían amenazas del correísmo y advertencias del Gobierno; no podían vender. Temían represalias. Por eso vetaban a autores que eran críticos al correísmo
 
¿Qué le motiva a sacar el libro?
Yo nunca hice boletines de prensa en los ocho años como asambleísta. Yo escribía cartas al Presidente, que eran inéditas. Y cuando las sistematizo me doy cuenta que hay persecución. Mando a leer a un amigo y él me dice: ‘Ya leí, me pareció tatay’. Tatay es una palabra que todos los ecuatorianos entienden, tiene una significación de algo que quieres que esté lejos, que no vuelva. El libro tiene casi 200 páginas y resume decenas de casos de atropellos.
 
En su libro, usted aparece como agente de la CIA. En 2015 el fiscal Carlos Baca dijo que era desestabilizadora. ¿Es de la CIA?
Al inicio era complicado escuchar esas acusaciones. Luego, con el tiempo, ya me empezaron a dar gracia, las tomaba con ironía. Me han dicho de todo, que soy quitamaridos, que soy de la derecha. Si tú comienzas a mirar qué mismo soy, yo soy el personaje que estaba en la boca del Presidente, pero lo que no me ha dicho es corrupta.
 
En 2007, el gobierno vivía una luna de miel con los movimientos sociales. Se rompe en el caso Dayuma, en diciembre de 2007. Usted lo relata.
Yo visito la cárcel en calidad de ministra del Codenpe. Encuentro a Guadalupe Llori temblando bajo una cobija en la cárcel de mujeres de El Inca en Quito. Bajo una ventana sin vidrios. 
 
No había ventanas para que las detenidas no se corten las venas con los trozos de vidrio. Ella, toda una Prefecta de Orellana, tiritaba en una litera en la cárcel. Acusada de terrorismo. Entonces le exijo al Director que ponga plástico en la ventana, que el único delito de ella fue decirle patán a Correa. Ahí debimos darnos cuenta de qué pasaba. Era diciembre de 2007. Pero ahora tengo muy claro que la dictadura empezó antes.
 
¿Cuándo fue el inicio?
Estábamos en Ambato, y el asambleísta Luis Fernando Torres me hace notar que estoy cometiendo un error, que el autoritarismo empezó cuando el gobierno de Correa terminó con el Congreso, en marzo de 2007. Eso consta en la tercera edición del libro.
 
¿El movimiento indígena perdió el horizonte cuando se alió con el poder, en el gobierno de Lucio Gutiérrez en 2003?
El poder contamina y corrompe. No todos los indígenas están maduros para un proceso político, creen que el fin es el puesto, y se olvidan del proyecto político. Yo renuncié a la presidencia del Condenpe en enero de 2009 y le dije: ‘Presidente, ahí está tu puesto, voy a defender el proyecto político’.
 
Después llego a ser asambleísta.
 
Como asambleísta recoge los excesos, eso origina el libro.
El libro debió estar publicado antes que termine el período de gobierno, pero cada que cerraba el texto, el “Mashi” me obligaba a abrir nuevamente porque aparecían nuevas víctimas.
 
El caso Gabela, asesinado en 2010, se actualiza y está narrado.
La viuda, doña Patricia Ochoa, me entregó una carta. No creo que haya caso más grave que el del general Gabela. Ella cree que sí, que hay familias que han sufrido más que la suya. Al General lo asesinan en diciembre de 2010 y desde entonces hubo encubrimiento.
 
Doña Patricia me enseña una misiva que su esposo escribe sobre Lourdes Tibán. El general Gabela había visto una declaración mía sobre la falsedad de los hechos del 30 de septiembre de 2010. Y le pedía a su esposa Patricia que leyera esas declaraciones, porque alguien se atrevía a contradecir al Presidente.
 
En el libro, usted evita hablar de la persecución hacia usted. ¿Por qué no escribió de eso?
No escribí, no porque no podía, sino porque no debía. Preferí citar el texto del informe de la Red Internacional de Derechos Humanos, que sistematizó la persecución hacia mí. Él se refería a mí como esa “Pobre mujer”, “Los cotopaxenses no son ignorantes para elegir a una ladilla como su representante en la Asamblea”. Me acusaron de instigar los hechos del 30 de septiembre, yo estaba de licencia por maternidad. Debí reincorporarme para defenderme ante la justicia. Mi hermano policía fue perseguido.
 
¿Por qué tatay?
Tatay, Yachay, Mashi, son palabras que escuchamos muchas veces en esta última década. Correa puso Yachay a todo lo que es conocimiento, inclusive llamó así a una universidad. Yo con tatay quiero decir algo que no puede volver a pasar en este país. Tatay se traduce como una expresión de asco. Esto no solo se puede sino que se debe decir.
 
¿Y a los críticos del libro qué les dice?
No deben enojarse. Correa tuvo 523 sabatinas para hablar. Yo escribo lo que él no dijo en las sabatinas.
 
Desde la visión indígena, ¿veían como un acto de hipocresía cuando Rafael Correa hablaba en kichwa?
Más que como hipocresía, él lo hacía como burla. Algunos correístas han cuestionado el título de este libro. Pero yo no sé dónde estaban esos correístas cuando su jefe le dijo a Carlos Pérez Guartambel “siki ñawi” en una sabatina. La gente sin saber aplaudía. Correa usaba el kichwa para burlarse, cuando habló ante 40 mil indígenas concentrados en Chimborazo, dijo esas palabras que son difíciles de repetir.
 
 
 
Correa hizo el apostolado en su provincia natal, Cotopaxi, en la comunidad de Zumbahua.
Eso le hizo vivaracho. De lo contrario no hubiera cerrado la educación bilingüe, no hubiera cerrado las escuelas del padre Pepe. Él es quien le lleva a Zumbahua, y resulta que años después él es quien lideraba las marchas para defender la educación bilingüe. Él debe haberse arrepentido. En todo ese bochorno de Asamblea Nacional, en dos períodos consecutivos, logré condecorarle al padre que sobrevivió a los ataques de Correa a la educación bilingüe.
 
¿Logró condecorarlo en pleno correísmo?
Era mi manera de decirle: ‘Padre usted peleó en las calles y yo en la Asamblea, y usted tuvo mucha más razón. Usted le brindó un plato a Correa, y Correa se le fue llevando hasta el plato’. El padre Pepe Manangón tiene 40 años enseñando y es ecuatoriano.
 
Usted sale de la casa a sus 14 años, de Chirinche.
Una comuna de la parroquia Mulalillo, del cantón Salcedo, ‘de Yambo para abajito’ decimos nosotros. En mi hogar, ocho hermanos, éramos 12, se murieron cuatro. Mis hermanos murieron en la pobreza, mi mamá les cerraba los ojitos. El primero murió de un año dos meses, la otra murió de ocho meses, con temperatura; dos murieron en la barriga. Yo soy la cuarta de los hijos vivos. 
 
Salgo de la casa terminando la escuela, no me pude ir al colegio, me fui a estudiar Corte y Confección. Podría ser costurera en mi casa, pero mi título también es de profesora bilingüe, estudié con el padre Pepe.
 
Pero cambió su destino.
A los 14 años fui empleada doméstica, peón en albañilería. Yo estaba de empleada en Ambato. En septiembre de 1989 mi comuna me candidatiza a Campesina Bonita del cantón Salcedo. Salgo reina, dejo Ambato, me meto al Municipio. Más tarde estudié Derecho.
 
¿Y ahora se va a candidatizar a la Alcaldía en 2019?
El rol de la mujer debe ser probado en lo político y lo administrativo. Estoy por tomar la decisión de lanzarme a la Alcaldía de Salcedo.
 
Usted en 2016 sale precandidata de Pachakutik para las presidenciales. ¿Por qué se queda con los ‘churos hechos’?
Vi un conflicto machista al interior del movimiento indígena. Uno imagina que va a haber alegría. Se fueron por otro lado los prefectos del movimiento. Dijeron que no era la hora de las mujeres. Yo no sé cuándo será la hora.
 
El candidato de la tendencia fue Paco Moncayo.
Los aliados nuestros, Socialistas y Unidad Popular, se fueron por esa candidatura. Yo promovía la unidad de las izquierdas. Lo más honesto para mí fue impulsar y priorizar la unidad de los partidos de izquierda y no dar prioridad a mi candidatura. Me siento orgullosa de haber apoyado la campaña del general Paco Moncayo. No me arrepiento de haber estado a su lado.

¿Por qué es un best seller? 
Me piden de las librerías, por primera vez. Cuando saqué el libro anterior (“Yo soy Lourdes Tibán”) en septiembre de 2015, las librerías recibían amenazas del correísmo y advertencias del Gobierno; no podían vender. Temían represalias. Por eso vetaban a autores que eran críticos al correísmo
 
¿Qué le motiva a sacar el libro?
Yo nunca hice boletines de prensa en los ocho años como asambleísta. Yo escribía cartas al Presidente, que eran inéditas. Y cuando las sistematizo me doy cuenta que hay persecución. Mando a leer a un amigo y él me dice: ‘Ya leí, me pareció tatay’. Tatay es una palabra que todos los ecuatorianos entienden, tiene una significación de algo que quieres que esté lejos, que no vuelva. El libro tiene casi 200 páginas y resume decenas de casos de atropellos